LA AURORA BOREAL DE 1938.
En la tercera aparición en Fátima, el 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen dijo a los niños: «Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre».
La noche del 25 de enero de 1938 apareció una luz en el cielo que pudo ser vista en Europa y Norte América, y que sorprendió y causó pánico a muchas personas.
Los científicos no pudieron explicar el fenómeno que no parecía una aurora boreal por las condiciones en las que se había presentado. Parecía un gran incendio.
Lucía le escribió una carta al obispo desde su convento en España diciendo:
«Exmo. y Rvmo. Señor Obispo: Vuestra Excelencia sabe cómo Dios manifestó esa señal, que los astrónomos quisieron designar con el nombre de aurora boreal. No sé. Pero me parece a mí que si lo examinasen bien, verían que no fue ni podría ser, por la forma en que se presentó, tal aurora. Pero sea lo que sea, Dios se sirvió de eso para hacerme comprender que su justicia estaba presta a descargar el golpe sobre las naciones culpables, y por ello, comencé a pedir con insistencia la Comunión reparadora de los Primeros Sábados y la consagración de Rusia. Mi fin era, no sólo conseguir misericordia y perdón para todo el mundo, sino, en especial, para Europa«.
Poco tiempo después el ejército alemán invadió Austria y comenzaron una serie de eventos que dieron inicio a la Segunda Guerra Mundial.