DIOS TE SALVE, JOSÉ.

Quiere mucho a San José, quiérele con toda tu alma, porque es la persona que, con Jesús, más ha amado a Santa María y el que más ha tratado a Dios: el que más le ha amado, después de nuestra Madre.—Se merece tu cariño, y te conviene tratarle, porque es Maestro de vida interior, y puede mucho ante el Señor y ante la Madre de Dios.

San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Dios te salve, José, lleno de la gracia Divina, bendito eres entre todos los hombres y bendito es Jesús, el fruto de tu Virginal esposa. San José, Padre adoptivo de Jesús, ruega por nosotros en nuestras necesidades espirituales, familiares, de salud y de trabajo y socórrenos en la hora de nuestra muerte. Amén.

Cuenta un sacerdote, abad de la Abadía Fontfroide (Francia) que fue testigo de un favor que le hizo San José a una persona que tenía la costumbre de invocarlo con esta oración. Así cuenta el hecho:

Un día llegó a la puerta del monasterio un hombre apuesto, bien vestido, de modales distinguidos, pero parecía muy turbado. A pocos pasos de él pastaba un elegante caballo negro, el más hermoso caballo que yo había visto en mi vida. Este hombre era el dueño de un famoso circo y le dijo que había llevado al caballo al borde de un peñasco con el fin de suicidarse y que el caballo dio un salto y lo llevó en carrera hasta la puerta del monasterio.

El Sacerdote le preguntó al hombre: «¿Y por qué es usted desdichado?» «No lo sé. El aburrimiento se apodero de mí». «¿Tiene fe?» «No sé lo que es». «¿Cree en Dios?» «Sí, vagamente; pero no se tampoco lo que es». «¿Sabe hacer la Señal de la Cruz?» «Mi madre la hacía y me la mandaba hacer. No la hice más desde entonces. Ella me enseñó también una oración que me hacía recitar todos los días. Se la voy a decir», y recitó la oración Dios te Salve, José.

«Usted la dice algunas veces. Nunca deje de decirla cada noche antes del descanso. ¿Sabe usted quien es San José?». «No». Esta persona se quedó tres días en el Monasterio, se convirtió y se hizo religioso. Y el sacerdote dijo: «Lo que le vale a un alma la protección de San José. Fue fiel a la oración, sin comprender lo que decía, ni saber a quién se dirigía. Por eso recibió la recompensa».

Tomado del libro Id a José.

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