JULIO 22: SANTA MARÍA MAGDALENA.
San Juan pablo II en su homilía el 22 de julio del año 2000 dice que Santa María Magdalena “siguió hasta el Calvario a Cristo, que la había curado. Estuvo presente en la crucifixión, en la muerte y en la sepultura de Jesús. Junto con la Madre Santísima y el discípulo amado recogió su último suspiro y el tácito testimonio de su costado traspasado: comprendió que su salvación estaba en aquella muerte, en aquel sacrificio. Y el Resucitado, como nos narra el evangelio de hoy, quiso mostrar su cuerpo glorioso ante todo a ella, que había llorado intensamente por su muerte. A ella quiso confiarle «el primer anuncio de la alegría pascual» para recordarnos que precisamente a quien contempla con fe y amor el misterio de la pasión y muerte del Señor, se le revela la luminosa gloria de su resurrección”.
Es llamada “apóstol de los apóstoles” por Santo Tomas de Aquino.
En el libro “La Gracia Especial” se encuentra la revelación que hizo Santa María Magdalena a Santa Matilde de Hackeborn, en la que le mostró, cómo obtuvo, a los pies del Señor, el privilegio de otorgar a todos los que la invocan, el don de una verdadera penitencia:
«Quien quiera dar gracias a Dios por las lágrimas que derramé a los pies de Cristo, por la buena acción que hice lavándolos con mis manos y secándolos con mis cabellos; quien quiera dar gracias por el amor del que entonces abrasó mi corazón, a tal punto que yo no podía amar nada más fuera de Él, si este pide al mismo tiempo las lágrimas de una penitencia sincera y la infusión del Divino amor, el Señor bondadosísimo lo hará en verdadero derecho a su demanda, por mis méritos. Quiero decir que Dios perdonará a esta persona, antes de su muerte, todos los pecados que cometió y le hará avanzar más en su amor”.
Oración revelada por Santa María Magdalena a Santa Matilde:
Oh Jesús misericordioso, te doy gracias por esa obra de piedad que Santa María Magdalena hizo en Ti, cuando lavó Tus pies con sus lágrimas, los secó con sus cabellos, los besó y ungió con preciosos perfumes; por medio de la cual Tú la recompensaste derramando en su corazón y en su alma un amor tan grande por Ti, que desde ese momento no amo nada que no fueras Tú. Yo te suplico me concedas por sus méritos, lágrimas de verdadero arrepentimiento. Llena mi corazón de Tu Divino amor. Amén.