TRES GRANDES SANTOS QUE CAMBIARON DE VIDA PARA SEGUIR A DIOS.
SAN AGUSTÍN DE HIPONA:
«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, qué tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí, y yo estaba fuera, y por fuera te buscaba, y deforme como era, me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de Ti todas las cosas que, si no existieran en Ti, nada serian. Pero Tú me llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera».
SAN PABLO:
«Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí».
Gálatas 2:20.
SAN FRANCISCO DE ASÍS:
«Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame una fe recta, una esperanza cierta, una caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla Tu santo y verdadero mandamiento».