EL MILAGRO DE CALANDA.

El jueves 29 de marzo de 1640, en la villa aragonesa de Calanda, entre las 10 y 11 de la noche se realiza el excepcional milagro. Así está relatado en los archivos de España.

Un joven de 23 años, Miguel Juan Pellicer, se cayó de la carreta en la que hacia una diligencia. La rueda le paso por encima de la pierna y mientras llegaba al hospital la pierna derecha se le gangrenó. El cirujano Juan Estanga la amputó en el Hospital de Gracia de Zaragoza, en octubre de 1637. El practicante Juan Lorenzo García enterró la pierna.

El joven se dedicó a la mendicidad en el atrio del templo de la Virgen del Pilar a quien se encomendó antes y después de la operación. De ella era devoto desde su niñez, por existir una ermita suya en Calanda. Comulgaba y confesaba en su Santuario. Regresó a casa de sus padres a principio de marzo de 1640. El 29 de ese mes durmió en el cuarto de ellos porque había dado su cama a un soldado peregrino.

A la media hora de dormirse lo encontraron sus padres con las dos piernas. Y la pierna recuperada era la misma que antes tenía, con las mimas señales: una ampolla y unas cicatrices.

Fueron a ver el sitio donde había sido enterrada y no encontraron ningún rastro de ella. El milagro se divulgó rápidamente por la corte y el joven Juan Pellicer fue recibido en Madrid por el rey Felipe IV.

Todos los milagros son excepcionales, pero el de Calanda es calificado como el más extraordinario de todos los tiempos.

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