DICIEMBRE 3: NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.

Hoy, 3 de diciembre, inicia la novena a Nuestra Señora de Guadalupe:

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:

Nuestra Señora de Guadalupe, Virgen Madre del Dios verdadero por quien vivimos, Creador de todo el mundo, Creador del cielo y de la tierra. Con fe te suplico este favor

(Menciona tu petición).

Recuerda, oh Virgen Inmaculada, las palabras que le has dicho a Tu devoto siervo: «Soy una madre misericordiosa contigo y con todo tu pueblo que me ama, confía en mí e invoca mi ayuda. Escucho sus lamentos y consuelo a todos en sus dolores y sufrimientos «. Te ruego que seas una madre misericordiosa conmigo, porque te amo, confío en Ti e invoco Tu ayuda. Te suplico, Nuestra Señora de Guadalupe, que me concedas el favor que te pido, si esta es la voluntad de Dios, para que pueda dar testimonio de Tu amor, Tu compasión, Tu ayuda y Tu protección. No me abandones en mis necesidades.

Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros.

Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros.

Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros.

Rezar tres Ave María.

PRIMER DÍA:

«Mi querido hijo, a quien amo con ternura, yo soy la Virgen María, madre del verdadero Dios, dador y mantenedor de la vida, creador de todas las cosas, Señor del cielo y la tierra, Quien está en todos los lugares. Yo deseo que un templo sea erigido aquí donde yo puedo manifestar la compasión que tengo para los indígenas y para todos los que solicitan mi ayuda».

ORACIÓN FINAL:

Recuerda, O Clemente Virgen de Guadalupe, que en tus apariciones celestiales en el Monte de Tepeyac, prometiste mostrar tu compasión y piedad hacia todos los que, te aman y confían en ti, buscando tu ayuda y pidiéndote  en sus necesidades y aflicciones. Prometiste escuchar nuestras súplicas, secar nuestras lágrimas y darnos consuelo y alivio. Nunca se ha conocido que quien recurrió a Tu protección, imploró Tu ayuda o buscó Tu intercesión, en ansiedades personales, o para el bienestar común se haya quedado sin ayuda.

Inspirados con esta confianza, acudimos a Ti, ¡oh María, siempre Virgen Madre de Dios! Aunque sufriendo bajo el peso de nuestros pecados, venimos  a postrarnos en Tu maravillosa presencia, seguros que te dignaras a cumplir tus promesas misericordiosas. Estamos llenos de esperanza, de pie bajo tu sombra y protección, sabemos que nada nos molestará o afectará, ni debemos temer enfermedad o desgracia o cualquier otra tristeza. Tú deseas permanecer con nosotros a través de tu imagen admirable. Eres nuestra madre, nuestra salud y nuestra vida. Colocándonos bajo Tu mirada materna y recurriendo a ti en todas nuestras necesidades, nosotros no necesitamos hacer nada más. Oh Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras peticiones, en Tu misericordia escúchanos y ayúdanos.

Amén.

SEGUNDO DÍA:

«Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna?».

TERCER DÍA:

Cuando visitaste al tío agonizante de Juan Diego, Juan Bernardino, le curaste y le diste Tu nombre, “la Inmaculada Virgen María, quien aplastó la serpiente”, llenaste los corazones de los indígenas con alegría. Esto les dijo que ya no necesitaban hacer sacrificios humanos a los ídolos paganos.

CUARTO DÍA:

Cuando los indios vieron la admirable imagen que dejaste en el manto de Juan Diego, reconocieron que era un escrito que contenía un mensaje celeste que estaba dirigido a ellos. Tu figura real en forma de un ser humano les enseñó que Tu morada en algún tiempo debió haber sido la tierra. Los rayos del sol, las nubes que rodean Tu cuerpo, las estrellas en Tu vestido, la media luna bajo Tus pies, el ángel transportándote a través del espacio: todos denotan Tu casa presente en el cielo y llamaron su atención a la inmortalidad del alma humana.

QUINTO DÍA:

Durante siglos los nativos de México adoraban al sol, sacrificando innumerables seres humanos en su honor. Sin embargo, cuando vieron Tu imagen hermosa bloqueándolo para que sólo sus rayos fueran visibles, entendieron la lección que querías transmitir. 

Cuando los indígenas escucharon y leyeron el mensaje contenido en Tu imagen, abandonaron sus dioses falsos y abrazaron la doctrina amorosa de Tu Divino Hijo. Nunca han dejado de dar gracias por la gran misericordia que Dios Todopoderoso derramó sobre ellos cuando te envió para ser su reina, su madre y su maestra.

Oh María Santísima, a través del misterio de la Encarnación de Tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en el que se inició nuestra salvación, obtén para nosotros la luz para comprender la grandeza de los beneficios que Él nos ha concedido al convertirse en nuestro hermano y en darnos, a Su propia Madre Bendita, para ser también nuestra Madre.

SEXTO DÍA:

Los fuegos que ardían en los altares de los falsos dioses se extinguieron para siempre después de que los indígenas hubieron contemplado Tu imagen y te vieron ataviada con el firmamento cubierto de estrellas. Esto les mostró que las estrellas habían sido creadas por Dios para servir a la humanidad y, por tanto, no podrían ser deidades a quienes debían adoración y sacrificios.

Santísima Virgen María, a través de Tu imagen impresa por Dios en la ropa de San Juan Diego, has traído a millones de paganos a la luz de la fe verdadera. Te ruego que me obtengas la gracia de entender el mensaje que contiene. Ilumíname con la luz de Tu semblante; dirige y santifica todas mis acciones.

SÉPTIMO DÍA:

El emblema de nuestra redención, estampado en el broche de oro prendado a la túnica, mostraba a los indígenas que la religión de sus conquistadores era la que debían abrazar. La Cruz en la bandera de Hernando Cortéz y en el broche eran las mismas. Cuando lo vieron en Tu imagen, se reunieron alrededor de los misioneros españoles deseosos de conocer su significado.

Les enseñaron sobre el Salvador que vino del cielo para redimir a la raza humana a través de Su muerte en la Cruz y que Tú eres la Virgen Madre de la Víctima Divina, asociada con Él en el misterio de nuestra redención.

Feliz Nación a quien te revelaste a Ti misma y a Dios. Santa Virgen María de Guadalupe, mi Reina y Madre, más de 450 años han pasado desde que le hablaste a San Juan Diego. Hasta ahora sólo unos pocos de Tus hijos en otras tierras han tomado conciencia del propósito de la imagen en el altar de Tu Santuario. Inspíranos a ver en esta, Tu imagen milagrosa, el instrumento para la conversión de todos a la fe Católica Apostólica, Tú que eres la adorable Reina y Madre de los apóstoles y misioneros.

OCTAVO DÍA:

Cuando San Juan Diego cortó las hermosas rosas que florecieron repentinamente en el árido Cerro de Tepeyac, las llevó a Tus pies en la parte baja del cerro donde lo esperabas. Con Tus propias manos las arreglaste en su tilma, atándola alrededor de su cuello. Tú le dijiste que llevara las rosas al obispo Zumárraga como una señal para que creyera y empezara a construir Tu templo.

Al desplegar su blanca tilma, se esparcieron las diferentes flores preciosas y al mismo tiempo apareció Tu venerada imagen. Tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro, se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón y su pensamiento.

La Sagrada Imagen en la tela gruesa de la tilma no pudo haber sido pintada por manos humanas. Convenció al obispo, como debe convencer a cada persona que la mira de que el mensaje de San Juan Diego es verdaderamente Tuyo. Humildemente te ruego, mi Reina y Madre, déjame ser Tu mensajero como San Juan Diego, para llevar la doctrina contenida en Tu imagen a todos los que me rodean.

NOVENO DÍA:

Oh Santísima Virgen María, Tú maravillosamente lograste la conversión de toda una nación. Después de ver la imagen en la tilma de su compatriota San Juan Diego, los indígenas despojaron sus templos de todos los ídolos, construyeron hermosas iglesias en cuyas torres relucientes brillaban grandes cruces con el sol. El tambor enorme, que innumerables veces había anunciado sacrificios humanos en honor a sus dioses, no se oyó más.

De muchas partes han acudido a ver y admirar la imagen milagrosa, a presenciar su carácter divino, a presentarle sus plegarias, y todos admiran la forma que eligió la Santísima Virgen María para hacerles la gracia de aparecerse, porque es un hecho que ninguna persona de este mundo tuvo el privilegio de pintar su preciosa y amada imagen.

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