EL VIAJE A BELÉN.
Relata María Valtorta en el libro El Hombre Dios:
Veo un camino principal. Por el viene mucha gente. Borriquillos cargados de utensilios y de personas. Quien va a pie, va aprisa porque hace frio. María viene montada en un borriquillo gris, envuelta en un manto pesado. José camina a su lado, llevando la rienda.
José dice a María: «Creo que, si hubiese encontrado otro asno, podrías venir más cómoda y caminaríamos mas pronto. Pero no lo encontré. Todos necesitan en estos días una cabalgadura».
Encuentran a un pastor que atraviesa con su ganado de un lugar otro. José se le acerca y le dice algo. El pastor dice que sí. Toma una rustica taza de su alforja y ordeña una robusta oveja. Entrega a José la taza y José la da a María.
«Dios os bendiga» dice María. «Rogaré por ti».
«¿Venís de lejos?» pregunta el pastor.
«De Nazaret» responde José «y vamos a Belén».
«¿Tenéis donde ir?»
«No».
«Belén está llena de gente que ha llegado de todas partes para empadronarse. No sé si encontréis alojo».
«¿Conoces bien el lugar?»
«No muy bien».
«Bueno te voy a enseñar: El alojo está en una plaza. Es la más grande. Se llega a ella por un camino principal. Delante de ella hay una fuente. El albergue es grande con un portal. Estará lleno. Pero si no podéis alojaros en él o en alguna otra casa, dad vuelta por detrás del albergue como yendo a la campiña. Hay apriscos en el monte, no lo olvidéis: húmedos, fríos y sin puertas, pero siempre son un refugio. Que Dios os acompañe».
«Y a ti te de su alegría» responde María.
Y José dice: «La paz sea contigo».
Vuelven a continuar su camino. Se ven casas y casas, es Belén. José dice a María: «Hemos llegado a la tierra de David». María se queda en el borriquillo y José sale a buscar el alojamiento de casa en casa. Todo está lleno. Se dirigen a los apriscos y encuentran una cueva vacía donde refugiarse como se los había dicho el pastor.