JOSÉ OS AMA, AMADLO Y DIRIGIOS A ÉL.
«Cuando íbamos hacia Egipto, trataba de reprimir el llanto, tenia a Jesús sobre mi corazón y me sentía protegida por José a pesar de mis temores: ¿Dónde iremos?.
¿Cuántas veces en nuestras vidas os habéis hecho esta pregunta: ¿Dónde iremos? ¿Seremos ayudados? ¡Cuántos temores, cuántas pruebas en la vida! La fe os hace estar entonces seguros de recibir una ayuda milagrosa en el momento preciso, si es una ayuda justa.
José fue para mí, un amoroso hermano, Esposo. Muchos no entienden como un hombre y una mujer puedan vivir en castidad. Para nosotros fue fácil, porque en nosotros está Dios, que nos daba ayuda, y nuestra voluntad de querer servirlo en pureza. Ningún deseo humano podía aflorar en nosotros porque el espíritu se elevaba en una oración continua, que era plegaria y unión con Dios.
Cuando estábamos en Nazaret, durante aquella vida terrena, en aquellos días de serenidad, de ansias, de sufrimientos, fuimos también felices, de felicidad terrena con José: Las mañanas de sol, la cosecha de las olivas, las cenas con Jesús, que nos hablaba como niño y como Dios.
José os ama, amadlo y dirigíos a Él para pedirle por las justas cosas materiales. Él es un intercesor muy importante entre vosotros y Dios: Ha cuidado de Nosotros y cuida de vosotros«.
Tomado del libro Mi vida en Nazareth.