En un pueblo de España hubo un religioso muy devoto de la Santísima Virgen María que tenía la costumbre de nombrar frecuentemente los dulcísimos nombres de Jesús y de María. Este devoto
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, Tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor; tan sólo Tú eres digno de toda bendición, y nunca es digno el hombre de hacer de Ti mención. Alabado seas,