DOMINGO DE PASCUA O DOMINGO DE RESURRECCIÓN.
¡Laetare! hoy es un día de alegría, el Señor venció a la muerte.
JESÚS SE APARECE A SU MADRE:
La Virgen está postrada con el rostro en tierra. La cerrada ventana se abre bruscamente y con el primer rayo del sol entra Jesús. María que se estremeció al ruido y levanta la cabeza para ver lo que abrió la ventana, ve a su radiante Hijo infinitamente más hermoso de lo que era antes.
María se endereza sobre sus rodillas y junta sus manos en cruz sobre el pecho. Habla con un sollozo que es risa y llanto y dice: «Señor, Dios mío y queda extasiada al contemplarlo». Jesús le tiende las manos y le dice: «Madre».
Le pasa las manos por los codos doblados y la pone de pie, la estrecha contra su corazón y la besa. Y María con un grito se le echa al cuello, lo abraza y lo besa entre lágrimas y sonrisas. Lo besa en la cara, lo besa en las manos, lo besa en los pies, lo besa y lo besa.
Jesús se entreabre el vestido y le muestra el pecho y le dice: «¿Madre, no besas esta, que tanto te hizo sufrir y que eres la única digna de besar? Bésame en el Corazón Madre, tu beso me borrara el último recuerdo de todo lo que fue dolor y me dará la alegría que falta aún a mi júbilo de resucitado. Toma entre sus manos el Rostro de la Virgen, y le apoya sus labios en la herida del costado del que manan ríos de vivísima luz».
El Rostro de María se nimba con esa luz, pues está envuelta en sus rayos. Besa una y otra vez la herida, mientras Jesús la acaricia. No se cansa de besar.
Jesús habla: «Madre, ha terminado todo. Ahora no tienes más por qué llorar a tu Hijo. La prueba ha acabado, la redención se ha realizado».
«Madre, gracias por haberme concebido, alimentado, ayudado en la vida y en la muerte. Tus plegarias llegaron hasta Mí. Fueron mi fuerza en el dolor, mis compañeras en mi viaje por la tierra y mas allá. Conmigo fueron a la Cruz y al limbo. Fueron conmigo al Paraíso».
«Todo el Cielo canta sus Hosannas a Ti, Madre mía, ¡Madre Santa!»
Tomado del libro el Hombre Dios de María Valtorta.