LA CRUZ, EL SELLO DE MARIA.

En la ciudad de Nápoles, en una tarde se levantó una tempestad tan grande de truenos y relámpagos, que parecía que el mundo se quería acabar. Un soldado español que custodiaba el Castillo de Santelmo de Nápoles, viendo esta tempestad y temiendo la ira de Dios se refugió debajo un portal y tomó el Rosario en sus manos y con la mayor devoción que podía, rezaba Padre Nuestros y Ave Marías en honra y reverencia de Nuestra Señora del Carmen de quien era muy devoto, y le pedía a la Virgen que se acordara de él en aquel peligro, pues era poderosa para librarle de todos los males del alma como del cuerpo.

Estando en esto vino un relámpago seguido de un trueno tan terrible y espantoso que le hizo estremecer todo el cuerpo. Cayó un rayo y dio en la espada que tenia ceñida al lado, sin hacerle mal ni daño en su persona.

En la espada, en la parte que dio el rayo, quedó una cruz tan bien formada, como si a propósito se hubiera labrado.

Esta espada se encuentra hoy en el Convento de Nuestra Señora del Carmen en Nápoles a la vista de los peregrinos.

Tomado del libro Año Virgíneo.

Nadie puede llevar su cruz todos los días alegremente sin una tierna devoción a la Santísima Virgen”.

San Luis María Grignion de Montfort.

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