EL PODER DEL SANTO ROSARIO: REMEDIO PARA TODOS LOS MALES.
No solo obra maravillas la devoción del Santo Rosario y sus Ave Marías, dichas con atención, sino que también las mismas cuentas del Rosario obran prodigios.
Había una mujer devota de la Santísima Virgen con una fe tan grande en lo que podía hacer el Rosario, que visitando un día a una enferma a quien los médicos habían dejado por moribunda, se arrodilló y dijo: «Virgen Santísima, por vuestro Santísimo Rosario dígnate, Señora, dar salud a esta pobre enferma, pues tanto necesitan de ella sus hijos».
Oyó esto un hombre que no tenía devoción al Rosario y dijo: «Estas camanduleras quieren que todo lo haga el Rosario, si al menos pidiera el remedio por la Sangre de Jesucristo, pero por el Rosario, que es una sarta de cuentas y devoción inventada por un Santo». La buena mujer se levantó, cogió el Rosario con una mano y aplicándoselo a la enferma dijo:
«El Padre Nuestro lo compuso Cristo nuestro bien y el Ave María por mandato de la Santísima Trinidad lo compuso el Ángel, Santa Isabel y la Iglesia y en señal de que la devoción del Santo Rosario es del agrado del Todo Poderoso, ahora ha de sanar por Virtud del Santo Rosario». Quedando completamente sana la que estaba moribunda. Entonces el hombre conoció lo mal que había hecho burlándose de la Virtuosa mujer y le pidió perdón, haciéndose muy devoto del Santo Rosario.
Oyó contar esto un ermitaño que vivía en el desierto y pareciéndole imposible lo que de aquella mujer se decía, pues él con tantos años en el desierto no había podido hacer un milagro, decidió visitar a la mujer y ver cómo curaba. Ella le contó las palabras que había dicho y le pidió que cogiera el Rosario y con las mismas palabras lo pusiera a los enfermos. Así lo hizo el ermitaño y no le quedó ningún enfermo que no sanara.
Historia tomada del libro Año Virgíneo.
“No hay problema por más difícil que parezca, sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea referente a la vida personal de cada uno de nosotros o a la vida de nuestras familias, del mundo o comunidades religiosas, o a la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el Santo Rosario”.
Sor Lucía de Fátima.