SAN ANTONIO DE PADUA Y LA SANTA PUREZA (FRASES TOMADAS DE LOS SERMONES DE SAN ANTONIO).

– A la Bienaventurada Virgen María, nuestra Señora, la impureza le produce disgusto, mientras le deleita el suave aroma de la pureza y de la castidad. Por eso, si alguno desea complacerla ahuyente la lujuria y practique la pureza. Ella no se aleja de ningún pecador, más bien, acoge a todos los que acuden a Ella; y por eso es llamada Madre de misericordia: misericordia a los miserables y esperanza a los desesperados.

– Estos dos vicios: la impureza de la mente y la vanagloria, ciegan a los hombres; sin embargo, cuando con la gracia de Dios son removidos, la conciencia se purifica y se recupera la vista.

– La lujuria de los demonios intenta destruir la castidad de los santos, y los atacan arremetiendo especialmente contra los ojos, porque saben que son los primeros dardos de la lujuria. También atacan la razón y la inteligencia y procuran tapar los oídos para que no puedan escuchar la palabra de Dios.

– Si tu prójimo está ciego por la soberbia, procura iluminar sus ojos con el ejemplo de tu humildad; si anda cojo por la hipocresía, enderézalo con la acción de la verdad; si está leproso por la lujuria, límpialo con la palabra y el ejemplo de la castidad; si está sordo por la avaricia, muéstrale el ejemplo de la pobreza de Cristo; si murió por sus glotonerías y sus ebriedades, resucítalo con el ejemplo y la virtud de la abstinencia; y evangeliza a los pobres, enseñándoles la vida de Cristo.

– El diablo mancha, con preferencia, la pureza de la continencia. Ninguna otra obra buena odia tanto como la castidad. En el bautismo queda destruido su poder, los pecados son perdonados, se infunde la gracia y se abre la puerta de la vida. El diablo se esfuerza, intentando de mil maneras manchar con la lujuria de la carne, la estola de la inocencia bautismal.

– La impureza y la lujuria se vencen con oración y ayuno. Con la oración purificamos el corazón y con el ayuno, la carne.

– Dice el Filósofo: “Los primeros dardos de la lujuria son los ojos” (Isidoro). De ello se quejaba Jeremías en las Lamentaciones: “Mis ojos saquearon mi alma” (3, 51). Y el bienaventurado Agustín: “El ojo impúdico es anuncio de un corazón impúdico”.

Tomado de sermones de San Antonio de Padua.

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