EL DETENTE, UN ESCUDO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.

El 2 de Marzo de 1686, Santa Margarita María Alacoque escribe a su superiora, la Madre Saumaise que Jesús desea que se manden a hacer unas placas de cobre con la imagen de Su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y otras pequeñas para llevarlas puestas. Santa Margarita siempre mantuvo una de estas insignias con ella y decía que esta práctica es muy agradable para el Sagrado Corazón de Jesús.
 
En el año 1720, unos treinta años después de la muerte de Santa Margarita María, Jesús le reveló a la venerable Ana Magdalena Rémuzat, el daño que causaría una epidemia en la ciudad de Marsella, y el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción al Sagrado Corazón. Marsella fue devastada por la epidemia. Aproximadamente mil personas morían cada día a causa de la enfermedad. La venerable Ana Magdalena Remuzat con la ayuda de sus hermanas religiosas, repartieron varios “detentes” por toda la ciudad. También el obispo encabezó una procesión hasta el centro de la ciudad. Allí consagró Marsella al Sagrado Corazón.
 
Poco después, la epidemia terminó de manera providencial; no contagió a muchos de aquellos que llevaban la insignia, y las personas contagiadas tuvieron un extraordinaria mejoría con esta devoción.
 
En 1870, en el pontificado del Papa Pio IX, una señora romana, al darle la bendición a su hijo que iba a la guerra, le entregó un Detente que ella había dibujado sobre un pedazo de paño rojo diciéndole: “Él te devolverá sano y salvo”. En uno de los combates, llegó una bala a su pecho donde tenía el Detente pero allí se detuvo. El hijo pudo volver a abrazar a su madre, quien contó lo ocurrido al Papa. Conmovido, el Papa concedió aprobación definitiva a la devoción y dijo:

“Esto, señora es una inspiración del Cielo”. “Voy a bendecir este Corazón, y quiero que todos aquellos que fueren hechos según este modelo reciban esta misma bendición, sin que sea necesario que algún otro sacerdote la renueve. Además, quiero que Satanás de modo alguno, no pueda causar daño a aquellos que lleven consigo el Escudo, símbolo del Corazón adorable de Jesús“.

ORACIÓN DE SAN PÍO IX AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS:

“Abreme, oh buen Jesús, tu Sagrado Corazón, muéstrame sus encantos, úneme a Él para siempre. Que todas las respiraciones y palpitaciones de mi pobre corazón aún cuando esté durmiendo, te sirvan de testimonio de mi amor y te digan sin cesar: Señor, te amo. Recibe el poco bien que yo hago, y dame tu santa gracia para reparar todo el mal que yo he hecho, para que te ame en el tiempo y te alabe por toda la eternidad.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío”.

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