SÁBADO SIGUIENTE A LA SOMENIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA.

Consagración al Inmaculado Corazón de María (Papa Pío XII):

Reina del Santísimo Rosario, nos encomendamos y consagramos a tu Inmaculado Corazón, nuestro único refugio, nuestra esperanza, nuestra salvación. Ten piedad de este mundo, desgarrado por los conflictos más terribles, ardiendo con el fuego del odio, víctima de sus propios pecados. Que tu Corazón se conmueva ante la vista de tanta ruina, tristeza y dolor. Consagramos a tu maternal corazón nuestras familias, nuestro país y la humanidad entera. ¡Protégenos y sálvanos! Oh Corazón de María, fuente del verdadero amor, llena nuestros corazones de la caridad divina y del verdadero amor fraterno sin el cual no puede haber paz. Haz que los hombres y las naciones comprendan y cumplan el precepto de tu Divino Hijo, AMARSE LOS UNOS A LOS OTROS, para que la verdadera paz se establezca firmemente en la Justicia y Verdad de Cristo. Amén.

Consagración al Inmaculado Corazón de María por San Luis de Montfort (Versión corta):

Te saludo, ¡oh María inmaculada!, tabernáculo viviente de la divinidad, en donde la Sabiduría eterna, escondida, quiere ser adorada por ángeles y hombres.

Te saludo, ¡oh Reina del Cielo y de la tierra! A tu imperio está sometido cuanto hay debajo de Dios.

Te saludo, ¡oh Refugio seguro de los pecadores!; todos experimentan tu gran misericordia. Atiende mis deseos de alcanzar la divina Sabiduría, y recibe para ello los votos y ofrendas que en mi bajeza te vengo a presentar.

Yo, ________, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me consagro totalmente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida y a fin de serle más fiel de lo que he sido hasta ahora.

Te escojo hoy, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora; Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y hasta el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras.

Dispón de mí y de cuanto me pertenece, sin excepción, según tu voluntad, para la mayor gloria de Dios en el tiempo y la eternidad.

Recibe, ¡oh Virgen benignísima!, esta humilde ofrenda de mi esclavitud; en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría eterna ha querido tener para con tu maternidad; en honor del poder que ambos tenéis sobre este gusanillo y miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con los que la Santísima Trinidad ha querido favorecerte.

De hoy en adelante quiero, como verdadero esclavo Tuyo, buscar Tu honor y obedecerte en todo. Amén.

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