SEGUNDO DÍA DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.
ACTO DE CONTRICIÓN:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que,
por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.
DIA SEGUNDO:
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por Tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con Tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de Tu enseñanza y ejemplo. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de Tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas, para saber cómo debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para Su mayor honra y gloria. Ayúdame Madre a conseguir de Tu Divino Hijo la gracia que, por Tu intercesión, en esta novena hoy le pido:
(Pedir la gracia que se desea obtener).
Así señora, te lo suplico humildemente, diciendo:
Dios te Salve, Reina y Madre, Madre de Misericordia: Vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve, a Ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A Ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea! pues Señora, abogada nuestra! Vuelve a nosotros, esos, Tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús: Fruto bendito de Tu vientre. Oh! Clemente! Oh! Piadosa! Oh! Dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
LECTURA:
El ángel le dijo a María: «Isabel tu parienta ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de la que era estéril, porque nada hay imposible para Dios». María entonces se puso en camino, con rapidez fue a la montaña, a una ciudad de Judá, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando oyó Isabel el saludo de María dio saltos de placer el niño en su vientre, e Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó con fuerte voz: «Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que la Madre de mi Señor venga a mí? Dichosa tú que has creído porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor». Y María dijo: «Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva, y por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada. Porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso, cuyo Nombre es Santo».
María permaneció con Isabel unos tres meses, y después se volvió a casa. (San Lucas 1, 39-56).
GOZOS:
Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.
Desde que en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.
Pues sois de nuestro consuelo…
Tan primeros para Vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser de la Madre de Dios,
es título que por Vos
les dio su heredado anhelo.
Pues sois de nuestro consuelo…
A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.
Pues sois de nuestro consuelo…
Quien bien viviere y muriere
con tal señal es notorio,
que, por vos, del purgatorio
saldrá presto si allá fuere;
por tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.
Pues sois de nuestro consuelo…
Vuestro Escapulario Santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
de quien reciba quebranto;
puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.
Pues sois de nuestro consuelo…
Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.
Pues sois de nuestro consuelo…
Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.
Pues sois de nuestro consuelo…
Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.
Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.
ORACIÓN FINAL:
¡Oh, Inmaculada María, Virgen del Carmen! dulcísima Madre de Dios, Reina de los Ángeles, abogada de los pecadores y seguro refugio de los atribulados; escucha benigna, te suplico, los ruegos de este miserable siervo y concédeme por Tú gracia que sea yo del número de aquellos que amas y favoreces bondadosamente.
Purifica, oh purísima Virgen mi corazón de toda inmundicia de pecados, aleja de mí todo lo que sea desagradable a Tus ojos: libra mi alma de todo afecto terrenal, inspírame el amor a los bienes celestiales y eternos y haz, benignísima Señora, que este amor sea mi único afán, el móvil de todos mis pensamientos y afectos. Ruega ahora y siempre por mí, oh Virgen sacrosanta y particularmente en la hora de mi muerte, en aquel momento en que esté próximo a dar cuenta de toda mi vida al justo y severo juez de vivos y muertos.
No me abandones, no te apartes de mí, oh! Virgen Gloriosa y Bendita. Con todo el afecto que me es posible encomiendo a Tu piedad y cuidado la salvación de mi alma y la pureza de mi cuerpo. Defiéndeme Señora de todos los males y peligros de este mundo. Intercede por mí ante Tu Divino Hijo Jesús, para que yo alcance el perdón de todos mis pecados, de los cuales me arrepiento sinceramente, por haber ofendido con ellos a un Dios infinitamente bueno y digno de ser amado. Dame, oh dulcísima y cariñosa Madre mía, una verdadera fe, una firme esperanza, una caridad ardiente y alcánzame la gracia del Espíritu Santo para hacer siempre y en todas partes Su Santísima voluntad.
Dígnate por Tu piedad y clemencia, gloriosa Reina del Carmen, preservar esta ciudad del hambre, de la peste y de la guerra. Protege a mis parientes y amigos, líbralos de todos los males espirituales y corporales. Te recomiendo también, bondadosa Señora, a las Santas Almas del Purgatorio; intercede ante Tu Divino Hijo para que sean llevadas al Cielo, gocen allí eternamente de la gloria y rueguen a Dios por mí. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria.