SÉPTIMO DÍA DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.

ACTO DE CONTRICCIÓN:

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que,
por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

SÉPTIMO DÍA:

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que en Tu santo Escapulario diste a los que devotamente lo visten, un firmísimo escudo para defenderse de todos los peligros de este mundo y de las asechanzas del demonio, acreditando esta verdad con tantos y tan singulares milagros. Te ruego, Señora, que seas mi defensa poderosa en esta vida mortal, para que en todas las tribulaciones y peligros encuentre la seguridad, y en las tentaciones salga con victoria, logrando siempre Tu especial asistencia para conseguirlo. Te pido Madre, me alcances de Tu Divino Hijo Jesús esta gracia, que por Tu intercesión, en esta novena hoy le pido:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo:

Dios te Salve, Reina y Madre, Madre de Misericordia: Vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve, a Ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A Ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea! pues Señora, abogada nuestra! Vuelve a nosotros, esos, Tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús: Fruto bendito de Tu vientre. Oh! Clemente! Oh! Piadosa! Oh! Dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

LECTURA:

Dijo Jesús: Había un hombre rico que vestía de purpura y de lino y celebraba cada día esplendidos banquetes. Un pobre, de nombre Lázaro, estaba echado a su puerta y deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico; hasta los perros venían a lamerle las llagas.

Sucedió pues que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham. Y murió el rico y fue sepultado. En el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio a Abraham desde lejos y a Lázaro junto a él. Y gritando, dijo: Padre Abraham, ten piedad de mi y envía a Lázaro para que con la punta de su dedo mojado en agua, refresque mi lengua porque estoy atormentado en estas llamas.

Dijo Abraham: Hijo, acuérdate de que recibiste ya tus bienes en la vida y lázaro recibió males, y ahora él es aquí consolado y tú eres atormentado. Además, entre vosotros y nosotros hay un gran abismo, de manera que los que quieran atravesar de aquí a vosotros no pueden, ni tampoco pasar de ahí a nosotros.

Y dijo: Te ruego Padre, que siquiera le envíes a casa de mi padre porque tengo cinco hermanos, para que les advierta, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento. Y dijo Abraham: Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen. Él dijo: No, padre Abraham, pero si alguno de los muertos fuese a ellos, harían penitencia. Y le dijo Abraham: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se dejarán convencer ni de un muerto resucitado. (San Lucas 16,19-31).

GOZOS:

Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo
.

Desde que en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Tan primeros para Vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser de la Madre de Dios,
es título que por Vos
les dio su heredado anhelo.

Pues sois de nuestro consuelo

A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Quien bien viviere y muriere
con tal señal es notorio,
que, por vos, del purgatorio
saldrá presto si allá fuere;
por tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Vuestro Escapulario Santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
de quien reciba quebranto;
puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.

Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.

ORACIÓN FINAL:

¡Oh, Inmaculada María, Virgen del Carmen! dulcísima Madre de Dios, Reina de los Ángeles, abogada de los pecadores y seguro refugio de los atribulados; escucha benigna, te suplico, los ruegos de este miserable siervo y concédeme por Tú gracia que sea yo del número de aquellos que amas y favoreces bondadosamente.

Purifica, oh purísima Virgen mi corazón de toda inmundicia de pecados, aleja de mí todo lo que sea desagradable a Tus ojos: libra mi alma de todo afecto terrenal, inspírame el amor a los bienes celestiales y eternos y haz, benignísima Señora, que este amor sea mi único afán, el móvil de todos mis pensamientos y afectos. Ruega ahora y siempre por mí, oh Virgen sacrosanta y particularmente en la hora de mi muerte, en aquel momento en que esté próximo a dar cuenta de toda mi vida al justo y severo juez de vivos y muertos.

No me abandones, no te apartes de mí, oh! Virgen Gloriosa y Bendita. Con todo el afecto que me es posible encomiendo a Tu piedad y cuidado la salvación de mi alma y la pureza de mi cuerpo. Defiéndeme Señora de todos los males y peligros de este mundo. Intercede por mí ante Tu Divino Hijo Jesús, para que yo alcance el perdón de todos mis pecados, de los cuales me arrepiento sinceramente, por haber ofendido con ellos a un Dios infinitamente bueno y digno de ser amado. Dame, oh dulcísima y cariñosa Madre mía, una verdadera fe, una firme esperanza, una caridad ardiente y alcánzame la gracia del Espíritu Santo para hacer siempre y en todas partes Su Santísima voluntad.

Dígnate por Tu piedad y clemencia, gloriosa Reina del Carmen, preservar esta ciudad del hambre, de la peste y de la guerra. Protege a mis parientes y amigos, líbralos de todos los males espirituales y corporales. Te recomiendo también, bondadosa Señora, a las Santas Almas del Purgatorio; intercede ante Tu Divino Hijo para que sean llevadas al Cielo, gocen allí eternamente de la gloria y rueguen a Dios por mí. Amén.

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

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