LAS LÁGRIMAS DE MARÍA.

En el libro el Hombre Dios, María Valtorta relata la primera separación de Jesús de su madre María. Dice Jesús a su Madre: «Haz que vengan los familiares, no te quedes sola. Estaré más tranquilo y sabes que necesito esta tranquilidad para llevar a cabo mi misión. Mi amor no te dejará. Vendré lo más que pueda a verte. Dios nos ayudará. Vamos a decir juntos el Padre Nuestro». Y hacen hincapié en la frase: Venga tu reino y Hágase tu Voluntad.

Jesús toma su manto azul marino se lo hecha sobre la espalda y sobre la cabeza a manera de capucha. Se tercia la alforja de modo que no le estorbe al caminar. María lo ayuda y así lo acaricia una vez más.

Jesús se dirige a la puerta. María lo sigue y en el umbral se dan el ultimo beso. Jesús se pone en camino y vuelve su rostro dos veces para mirar a su madre que apoyada sobre la puerta aparece más blanca que la luna y se ve un llanto silencioso. María sigue llorando apoyada contra la puerta. En un recodo del camino Jesús desaparece. Ha empezado su camino de predicador que terminará en el Gólgota y María entra en la casa llorando y cierra la puerta. También para ella ha empezado el camino que la llevará al Gólgota.

Y Jesús dice: «Mi Sangre y el llanto de mi madre son la bebida que fortifica a los que están señalados para sobrellevar una suerte heroica, es la bebida que en ellos borra todas las imperfecciones».

«Oh Santo llorar de María. María ora, no se rehúsa orar porque Dios le da un dolor. Recordadlo. Ruega juntamente conmigo, ruega al Padre que es nuestro y vuestro. El primer Padre Nuestro fue pronunciado por primera vez en el Huerto de Nazaret para consolar la pena de María. María ruega juntamente conmigo. Soy yo quien os justifica. Soy yo quien hace dignas y fructuosa vuestras oraciones ante el Padre. Yo lo dije: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi Nombre, Él os lo concederá”.  Cuando oréis uníos siempre a Mí y yo rogare en voz alta por vosotros, cubriendo vuestras voces de hombres con la mía de Hombre-Dios. Pondré en mis manos traspasadas vuestras plegarias y las presentare al Padre. La purpura de mis heridas hará que vuestras oraciones sean preciosas».

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