LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARIA (MARÍA VALTORTA).

María Valtorta relata en el libro el Hombre-Dios que un sábado la Santísima Virgen María estaba en su habitación y llamó a Juan y le dijo: “He cumplido la misión. Mi alma es Eterna pero mi cuerpo está sujeto como cualquier otro a la muerte“.

Juan dijo: “No. No lo digas, tú no puedes morir. Tu cuerpo inmaculado no puede morir como el de los pecadores“.

Estás equivocado Juan. Mi Hijo murió, también yo moriré. No probaré la enfermedad, la agonía, pero moriré”. En ese momento ve el rostro de la Virgen encendiéndose en una bellísima luz. Se le acerca para sostenerla mientras exclama: “Estás como Jesús cuando se transfiguro en el tabor”.

Juan la sostiene y recuesta en la cama. La Virgen le dijo que recitara la oración de su Hijo (el Padre Nuestro) y repitiera las palabras del Arcángel cuando le hablo y las de Isabel. Y también el Himno de alabanza, el Magníficat.

Juan recita el Magníficat y al llegar al verso noveno. La Virgen María dejó de respirar. Juan lanzando un grito de dolor se arroja por tierra contra el borde del lecho y llama a María. Pero ya María no responde. Baja al jardín recoge flores y las coloca alrededor de su cuerpo en forma de corona.

¿Cuántos días han pasado? Difícil de adivinar. En un cierto momento una gran luz llena la habitación. Una luz como la que rodeó la Gruta de Belén cuando nació Jesús. Y en medio de esta luz aparecen seres angelicales. Los seres angelicales rodean el lecho, se inclinan y levantan el cuerpo inmóvil. Los ángeles agitan sus alas abren el techo, se levantan llevando el cuerpo de su Reina.

El apóstol mira a su alrededor para ver lo que sucede. Mira que el lecho está vacío y que no hay techo. Comprende que ha sucedido un prodigio. Sale corriendo a la terraza y mira al cielo y ve que María sale del éxtasis y se pone de pie y que ya no es llevada por los ángeles, sino que sube por si sola.

El apóstol por la gracia de Dios ve a Jesús bajar del cielo a recibir a su Madre, la abraza y como dos astros regresan al cielo.

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