NOVENA DE LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, CUARTO DÍA.

ORACIÓN INICIAL:  

Dios te Salve, Reina Y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve; a Ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A Ti suspiramos gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de Tu vientre. ¡Oh clemente! ¡oh piadosa! ¡oh, dulce siempre Virgen María!  Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo.  Amén        

Señor Jesús, concedenos obtener por los méritos del nacimiento de María, Tu Santísima Madre, las gracias que te pedimos en esta novena:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

MEDITACIÓN CUARTO DÍA: María es presentada en el Templo.

Cuando llegó el día en que, de acuerdo con la ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación de la madre, llevaron a la niña a Jerusalén. Allí la presentan al Sacerdote para la consagración.

El Sacerdote recibe el cordero, la harina y las tortas y dice: «¿Esta niña es pues consagrada al Señor? La bendición de Él esté con ella y con vosotros, sus padres».

El Sacerdote llama a Ana de Fanuel de la tribu de Aser, la profetiza que un tiempo después cogería entre sus brazos al hijo de María y le dijo: «Esta niña se ofrece al templo como hostia de alabanza. Tú serás su maestra y bajo tu cuidado santo crecerá. Por motivo de este ofrecimiento María deberá ser entregada al templo cuando cumpla tres años».

PALABRAS DE JESUS: “Y en verdad, desde la roca, desde los muros de la ciudad, la eterna Sabiduría decía a la eterna niña: Ven a Mí. Ardía en ansias por verla. Mas tarde el Hijo de la Purísima niña dirá: Dejad venid a Mi a los pequeñuelos porque el Reino de los Cielos es suyo, y quien no se hace semejante a ellos no tendrá parte en mi Reino.

Venid a mí si sabéis ser pequeñuelos os doy el modelo de mi Madre.

He aquí a la perfecta niña con corazón de paloma, sencilla y pura. He aquí a la que ni los años, ni el contacto con el mundo convierten en algo corrompido, tortuoso, mentiroso. Porque Ella no lo quiere.

Venid a Mí, mirando a mi madre, María«.

ORACIÓN FINAL:

Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.

Porque ha mirado la humillación de su esclava, desde ahora me llamarán Bienaventurada todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; Su Nombre es Santo. Y Su misericordia llega a los que le temen, de generación en generación.

El hace proezas con Su brazo: Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel Su Siervo, acordándose de Su misericordia. Como lo había prometido a nuestro Padre Abraham y a toda su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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