NOVENA TRADICIONAL DE NAVIDAD, DÍA SEGUNDO.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en Vuestro Hijo la mejor prenda de Vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio.
Yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio y en retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de Vuestro hijo humanado, suplicándoos por Sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:
Soberana María que por Vuestras grandes virtudes y especialmente por Vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre Suya, os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de Vuestro adorado Hijo.
¡Oh Dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Rezar un Avemaría.
ORACIÓN A SAN JOSÉ:
¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en Su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
Se reza un Padre Nuestro.
CONSIDERACIÓN PARA CADA DIA:
Día segundo (Diciembre 17):
El verbo eterno se halla a punto de tomar Su naturaleza creada en la Santa Casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre Ella, María estaba sola y sumergida en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios, y mientras oraba, el Verbo tomó posesión de Su morada creada.
Pero antes de presentarse, envió a un mensajero: el Arcángel San Gabriel, para pedir a María de parte de Dios Su consentimiento para la encarnación. El Creador no quiso efectuar ese gran misterio sin el consentimiento de Su criatura. Aquel momento fue muy solemne. ¡Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el «sí» que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina! La Virgen Inmaculada ha dado Su asentimiento, el arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada, la voluntad eterna está cumplida y la creación completa.
En las regiones del mundo angélico estalla un júbilo inmenso. La Virgen María tenía inclinada la cabeza y Su alma estaba sumida en una oración profunda. El Verbo se había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que Su inmenso amor había venido a rescatar.
No era ya solo el Verbo eterno, era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las generaciones al llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
GOZOS:
Dulce Jesús Mío
Mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano,
que al nivel de un niño Te hallas rebajado!
¡Oh Divino Niño ven para enseñarnos
La prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh Adonaí potente que a Moisés
hablando, de Israel al pueblo diste
los mandatos! ¡Ah, ven prontamente
para rescatarnos, y que un niño débil
muestre fuerte el brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto
Presentas al orbe Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño que has sido llamado
“Lirio de los Valles, Bella flor del campo”!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David que abre al
desterrado las cerradas puertas de
regio palacio! ¡Sácanos oh Niño con
Tu blanca mano, de la cárcel triste
que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente, Sol de eternos rayos
Que entre las tinieblas Tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa de Tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha, Santo de los
santos, sinigual imagen del Dios
soberano! ¡Borra nuestras culpas,
salva al desterrado y en forma de
niño, da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Rey de las naciones Emmanuel preclaro.
De Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
Ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ábranse los cielos y llueva de lo alto
Bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño! ¡Ven Dios humanado!
¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven que ya Maria previene sus brazos
Do su Niño vean En tiempo cercano!
¡Ven que ya José con anhelo sacro
se dispone a hacerse de Tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
Consuelo del triste, Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas, bese ya tus manos!
Prosternado en tierra te tiendo los brazos
Y aun más que mis frases, te dice mi llanto:
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven Salvador nuestro,
por quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
ORACIÓN AL NIÑO JESÚS:
Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos Vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente:
“Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de Vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto:
(Pedir la gracia que se desea obtener).
Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y que en virtud de Vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.