NOVENA TRADICIONAL DE NAVIDAD, DÍA QUINTO.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en Vuestro Hijo la mejor prenda de Vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio.

Yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio y en retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de Vuestro hijo humanado, suplicándoos por Sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

Soberana María que por Vuestras grandes virtudes y especialmente por Vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre Suya, os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de Vuestro adorado Hijo.

¡Oh Dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

Rezar un Avemaría.

ORACIÓN A SAN JOSÉ:

¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en Su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

Se reza un Padre Nuestro.

CONSIDERACIÓN PARA CADA DIA:

Día quinto (Diciembre 20):

Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura. Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria… ¿Cuán ardientemente deseaba ese día!

Tal era la vida de expectativa de María… era inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana, no nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia.

Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?

GOZOS:

Dulce Jesús Mío
Mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano,
que al nivel de un niño Te hallas rebajado!
¡Oh Divino Niño ven para enseñarnos
La prudencia que hace verdaderos sabios!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh Adonaí potente que a Moisés
hablando, de Israel al pueblo diste
los mandatos! ¡Ah, ven prontamente
para rescatarnos, y que un niño débil
muestre fuerte el brazo!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto
Presentas al orbe Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño que has sido llamado
“Lirio de los Valles, Bella flor del campo”!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Llave de David que abre al
desterrado las cerradas puertas de
regio palacio! ¡Sácanos oh Niño con
Tu blanca mano, de la cárcel triste
que labró el pecado!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh lumbre de Oriente, Sol de eternos rayos
Que entre las tinieblas Tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa de Tus dulces labios!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Espejo sin mancha, Santo de los
santos, sinigual imagen del Dios
soberano! ¡Borra nuestras culpas,
salva al desterrado y en forma de
niño, da al mísero amparo!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Rey de las naciones Emmanuel preclaro.
De Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
Ya la oveja arisca, ya el cordero manso!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Ábranse los cielos y llueva de lo alto
Bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño! ¡Ven Dios humanado!
¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Ven que ya Maria previene sus brazos
Do su Niño vean En tiempo cercano!
¡Ven que ya José con anhelo sacro
se dispone a hacerse de Tu amor sagrario!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
Consuelo del triste, Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Véante mis ojos de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas, bese ya tus manos!
Prosternado en tierra te tiendo los brazos
Y aun más que mis frases, te dice mi llanto:

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Ven Salvador nuestro,
por quien suspiramos,

¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS:

Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos Vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente:

“Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.

Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de Vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y que en virtud de Vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

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