DOMINGO O LUNES DESPUÉS DE LA EPIFANÍA: BAUTISMO DEL SEÑOR.
La Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesús es el último día del tiempo de Navidad, al siguiente día inicia el tiempo ordinario que va hasta la Cuaresma.
Anteriormente se celebraba el 6 de enero, el mismo día de la Epifanía, y desde 1969, el Bautismo del Señor se celebra el domingo siguiente a la Solemnidad de la Epifanía. Hoy recordamos nuestro bautismo y renovamos las promesas bautismales.
En el libro revelaciones de Santa Brígida, la Santísima Virgen María habla así sobre el bautismo:
«Así como un caballo tiene cuatro patas y lleva a lomos a un hombre en la jornada que debe cumplir, así también el bautismo, representado por el caballo, lleva al hombre a la vista de Dios y tiene cuatro efectos espirituales: El primer efecto es que los bautizados son liberados del demonio y vinculados a los mandamientos y al servicio de Dios. El segundo efecto es que están limpios del pecado original. El tercero es que son hijos y coherederos de Dios. El cuarto es que el cielo está abierto para ellos.
Aun así, ¡cuántos hay hoy en día que habiendo llegado a la mayoría de edad, halan las riendas del caballo del bautismo y cabalgan por un sendero falso! El sendero bautismal es verdadero y acertadamente utilizado cuando las personas son instruidas en los buenos hábitos morales antes de alcanzar la mayoría de edad y cuando se alcanza y se considera cuidadosamente lo que fue prometido en la pila bautismal, mantienen su fe y su amor por Dios, intacto. Sin embargo, se alejan del sendero verdadero y frenan al caballo cuando prefieren al mundo y a la carne en lugar de Dios».
«Sin importar que sea administrado por un buen o mal ministro, el bautismo se lleva la ofensa ancestral, aumenta la gracia, perdona cada pecado, da como promesa al Espíritu Santo, a los ángeles como guardianes y como herencia, el cielo».
ORACIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II EN EL RÍO JORDÁN, LUGAR DEL BAUTISMO DEL SEÑOR:
¡Gloria a Ti, oh Padre,
Dios de Abraham, Isaac y Jacob!
Tú enviaste a tus siervos,
los profetas,
a proclamar tu palabra
de amor fiel
y a llamar a tu pueblo
al arrepentimiento.
En las orillas del río Jordán
suscitaste a Juan Bautista,
una voz que clama en el desierto,
enviado para toda la región
del Jordán,
a preparar el camino
del Señor,
a anunciar la venida de Jesús.
¡Gloria a Ti, oh Cristo,
Hijo de Dios!
Viniste a las aguas del Jordán
para ser bautizado
por la mano de Juan.
Sobre ti descendió el Espíritu
en forma de paloma.
Sobre ti se abrieron los cielos
y se escuchó la voz del Padre:
«Este es mi Hijo, el predilecto».
Del río bendecido
por tu presencia
saliste para bautizar
no sólo con agua
sino también con fuego
y Espíritu Santo.
¡Gloria a Ti,
oh Espíritu Santo,
Señor y dador de vida!
Por tu poder
la Iglesia es bautizada,
descendiendo con Cristo a la muerte
y resucitando con él a nueva vida.
Por tu poder
somos liberados del pecado
y nos convertimos en hijos de Dios,
el glorioso Cuerpo de Cristo.
Por tu poder
es vencido todo miedo,
y se predica el Evangelio del amor
en todos los rincones de la tierra,
para gloria de Dios,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
A él toda gloria
en este Año jubilar
y en todos los siglos futuros.
Amén.
Papa Juan Pablo II, 21 de marzo del año 2000.