ENERO 24: SAN FRANCISCO DE SALES.

San Francisco de Sales es uno de los Doctores de la Iglesia, es conocido como el Santo de la amabilidad.

Nació el 21 de agosto de 1567 en el Castillo de Sales, en Thorens-Glières, Francia, en una familia noble. Siguiendo el deseo de su padre estudió derecho graduándose con honores.

En su juventud se enfrentó con muchas dudas sobre su salvación y su relación con Dios entrando en una crisis que le quitó la paz y no le dejaba dormir, decidió ir la iglesia de los dominicos en París y rezó de la siguiente forma:

«Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor… te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza… ¡Oh Señor Jesús, tu serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!».

También cuenta la historia que San Francisco recitó la oración de San Bernardo: Acuérdate (Memorare). Después de pasar esta difícil prueba, sintió una gran paz.

El 18 de diciembre de 1593, fue ordenado sacerdote. En 1602 se convirtió en obispo de Ginebra, en ese período los habitantes de la región estaban confundidos con el calvinismo, y San Francisco logró convertir a muchos que se habían alejado de Dios.

Fundó, junto con Santa Juana Francisca de Chantal, la Orden de la Visitación, caracterizada por una consagración total a Dios vivida en la sencillez y la humildad y en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias, como él escribió: «Quiero que mis Hijas no tengan otro ideal que el de glorificar a nuestro Señor con su humildad».

Fue declarado doctor de la Iglesia el 16 de noviembre de 1877, por el Papa Pío IX. Más adelante, San Juan Bosco fundó la Sociedad de San Francisco de Sales o los Salesianos en honor a San Francisco de Sales.

ACTO DE CONSAGRACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (POR SAN FRANCISCO DE SALES):

Santísima María, Virgen Madre de Dios, yo (decir el nombre), indigno servidor, movido por Tu cuidado maternal hacia mí y el anhelo de servirte, en presencia de mi Ángel de la Guarda y de toda la Corte Celestial, te escojo en este día para que seas mi Reina, mi Abogada y mi Madre y me propongo firmemente servirte siempre y, hacer lo que pueda para que todos te rindan fiel servicio.

Por eso, Madre, por la Preciosísima Sangre que Tu Hijo derramó por mí, te ruego y te suplico, dígnate tomarme entre tus manos y recíbeme como tu servidor para siempre. Ayúdame en cada una de mis acciones y concédeme la gracia de nunca,
por palabra, obra o pensamiento, ser desagradable a Tu vista y la de Tu Santísimo Hijo.

Piensa en mí, Madre mía queridísima, y ​​no me abandones en la hora de la muerte.

Amén.

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