ABRIL 12: NUESTRA SEÑORA DE LA REVELACIÓN.

El 12 de abril de 1947, un sábado después de Pascua, Bruno Cornacchiola, llevó a sus hijos: Isola, de diez años, Carlo, de siete años, y Gianfranco, de cuatro años a hacer un picnic en Tre Fontane (Tres Fuentes), un lugar que queda a las afueras de Roma en donde, según la tradición, San Pablo fue decapitado y su cabeza al caer rebotó tres veces en el suelo formando tres fuentes. 

Era un hermoso día soleado de primavera, los hijos de Bruno se encontraban jugando con una pelota y él estaba sentado debajo de un árbol de Eucalipto leyendo su biblia y preparando un discurso en contra de la Inmaculada Concepción de María.

Bruno había nacido en una familia pobre y, aunque había sido bautizado como católico y recibido su Primera Comunión, sus padres llevaban una vida poco ejemplar y no eran católicos practicantes. Se casó por la Iglesia Católica con Yolanda Lo Gatto y unos meses después de casarse, viajó a España como voluntario para luchar en la Guerra Civil Española haciendo parte del partido comunista (los rojos). Allí conoció a un protestante que lo puso en contra de la Virgen María, de la Eucaristía, del Papa, llenándolo de odio hacia la Iglesia Católica.

Bruno se volvió protestante, y su odio por la Iglesia Católica era tan grande que cuando terminó la Guerra Civil en España se dirigió a Roma, compró un puñal en el cual escribió: «Muerte al Papa» y organizó un complot para asesinar al Papa Pío XII el 8 de septiembre de 1947, fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen María.

La esposa de Bruno, Yolanda, no quería dejar la Iglesia Católica y por esto era continuamente maltratada por su esposo que no lograba convencerla. Como última esperanza, Yolanda le pidió a Bruno que hicieran juntos la devoción de los Nueve Primeros Viernes de mes al Sagrado Corazón. Bruno aceptó pero al terminar los Nueve Primeros Viernes no había cambiado su opinión. Yolanda cumplió lo que le había dicho y se hizo protestante. 

Además de maltratar a su esposa, Bruno no llevaba una vida recta, era infiel y su lenguaje estaba lleno de obscenidades y blasfemias. Esa mañana del picnic había pasado frente a una estatua de Nuestra Señora que tenía inscrito en la base: «Virgen Madre», Bruno cogió un lápiz y escribió: «No eres ni Virgen ni Madre».

En la tarde del 12 de abril, mientras estaban en Tre Fontane y Bruno preparaba su discurso en contra de la Virgen María, uno de sus hijos le pidió el favor de ayudarlo a encontrar su pelota. Mientras buscaba la pelota, Bruno encontró a su hijo menor, Gianfranco, arrodillado a la entrada de una cueva oscura. Las manos del niño estaban juntas en actitud de oración, como si estuviera en éxtasis, con los ojos fijos en la gruta sonreía y parecía conversar con alguien.

Al acercarse, Bruno escuchó que el niño repetía: «¡Hermosa Señora! ¡Hermosa Señora!». Le habló pero el niño no reaccionó, no podía ver nada en el interior de la cueva, buscó a Isola y Carlo en busca de una explicación pero ellos también cayeron de rodillas y unieron sus manos en oración, exclamando embelesados: «¡Hermosa Señora!»

Bruno trató de mover a los niños, de levantarlos, pero estaban muy pesados, como pegados al suelo. Aterrado levantó sus ojos al cielo y exclamó: «Dios mío sálvanos». En ese momento Bruno fue inmerso en una experiencia mística, como si cayera un velo, sus ojos se llenaron de una luz intensa, todo alrededor se volvió oscuro y desapareció, se sintió ingrávido, etéreo, como si su espíritu hubiera sido liberado de su cuerpo. Cuando recobró la vista, después de una ceguera momentánea, cayó de rodillas y vio en la parte más iluminada de la cueva a una mujer de indescriptible belleza celestial, Su cabeza estaba adornada por un halo de brillante luz dorada, estaba vestida con una túnica blanca resplandeciente y ceñida en la cintura con un cinto color rosa. Tenía un manto verde esmeralda que llegaba hasta sus pies, en su mano derecha sostenía un libro de color gris, El libro de la Revelación: la Sagrada Biblia. Frente a sus pies descalzos se encontraba una tela negra que tenía un Crucifijo roto.

La Santísima Virgen María tenía las manos cruzadas sobre el pecho, extendió el brazo izquierdo, le mostró a Bruno el Crucifijo que él un día había roto y le dijo: «Yo Soy la que está en la Trinidad Divina». Recordándonos que está íntimamente unida a la Santísima Trinidad: es Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.

También le dijo: «Soy la Virgen de la Revelación». «Tú me has perseguido, ¡ya basta! Entra en el redil, el juramento de Dios es santo. Los Nueve Primeros Viernes que hiciste al Sagrado Corazón son los que te han salvado. Obedece a la autoridad del Santo Padre».  

Ella le reveló a Bruno la triste condición de su alma, al instante todos sus argumentos y prejuicios contra la Iglesia Católica se desmoronaron y vio ante sí el camino a la salvación. La Virgen de la Revelación le enseñó el medio seguro de salvación, para él y para todos los hombres: La oración, y en especial el rezo diario del Santo Rosario:

«Orad mucho y rezad el Rosario por la conversión de los pecadores, de los incrédulos y de todos los cristianos». 

Y le prometió:

«En este lugar de pecado realizaré maravillosos milagros para la conversión de los incrédulos».

También le dijo:

«Cada vez que te encuentres con un sacerdote en la iglesia o en la calle, debes acercarte a él y decirle estas palabras: ‘Padre, debo hablar contigo’. Si responde: ‘¡Ave María!, hijo mío, ¿Qué quieres?’ pídele que se detenga porque él es el elegido. Él te dirigirá a otro sacerdote diciendo: ‘Él es el indicado para ti'». Después de saludar a varios sacerdotes, finalmente un padre, el Padre Frosi respondió como lo había dicho la Virgen María y lo llevó a otro Sacerdote, el Padre Gilberto Carniel, quien ayudó a Bruno y su familia a regresar a la Iglesia Católica el 7 de mayo de 1947.

Otros mensajes que dio la Santísima Virgen María a Bruno son:

«Mi cuerpo no podía descomponerse y no se descompuso, fui llevada al cielo por Mi Hijo y Sus Ángeles«, más adelante, en 1950, el el Papa Pío XII proclamaría el dogma de la Asunción.

«La verdadera Iglesia de mi Hijo fue fundada sobre tres amores blancos: la Eucaristía, la Virgen María Inmaculada y el Santo Padre«. Bruno dice: «Aquí está la verdadera Iglesia», «la Iglesia que vive a Jesús Eucaristía que reconoce a María Inmaculada, la Santísima Madre que obedece y defiende al Santo Padre. ¡Amamos al Papa!».

El 7 de noviembre de 1979, mientras Bruno rezaba el Santo Rosario en la gruta se le apareció la Santísima Virgen Maria y le dijo: 

«El próximo 12 de abril, aniversario del primer encuentro, caerá en el mismo día que en 1947: un sábado antes del primer domingo después de Pascua. En ese día quiero manifestarme con gracias espirituales y materiales. Además haré algo maravilloso en el sol, para despertar a los que han perdido la fe, y aún no creen en lo que Yo he hecho aquí»».

El 12 de abril de 1980, en el aniversario número 33 de la visita de la Virgen de La Revelación, se produjo un milagro asombroso en Tre Fontane en presencia de 3.000 personas: Durante el Santo Sacrificio aparecieron imágenes en el cielo sobre la Gruta. El sol pareció volverse hacia atrás en los cielos y comenzó a acercarse a la tierra. Se podía ver sin forzar la vista. Parecía más grande de lo normal y mostraba dentro de su corona colores brillantes y diversos, de la misma manera que el sol bailaba en el cielo sobre Fátima, Portugal en 1917.

El capellán de la Pía Asociación fundada por Bruno, Pietro Santiángelo, relata los fenómenos así:

«El sol se levantó hasta el cenit, dando vueltas alrededor de su propio eje y despidiendo rayos de todos los colores hacia todas partes, todo el mundo quedó asustado; unos lloraban, otros gritaban, otros suplicaban en voz alta a la Virgen.

Otro aspecto maravilloso fue la imagen de la Virgen, que se puso, en el momento de la consagración, de color rojo intenso, despidiendo rayos que atravesaban el techo de la gruta para unirse con los rayos que procedían del sol. Fue un espectáculo grandioso, jamás visto, e inolvidable. Y no duró unos segundos, sino media hora, hasta el final de la Misa.

Todos vieron lo mismo. En el disco del sol, cuya vista no hacía daño a los ojos, empezaron a formarse símbolos bien definidos: primero una M, que después fue transformándose en un corazón y a continuación en una hostia grande, en cuya superficie se formaron las siglas de la Eucaristía: IHS. Después de la Misa los fenómenos del sol fueron desapareciendo y aquél volvió a su lugar, ya en el horizonte».

El Milagro del Sol volvió a repetirse el 12 de abril de 1982. Muchos lo vieron: El sol giraba, cambiaba de colores, parecía aproximarse aumentando de volumen, lanzaba ráfagas de luz que iluminaban a la gente y el paisaje de diversos colores. Este asombroso milagro convirtió a muchos y ratificó a los que no creían que las apariciones eran verdaderas.

Bruno se dedicó a promover la verdad y catequizar a los católicos alejados de la fe, a los no católicos y a los jóvenes, para que se alejen de los errores y se acerquen a la verdad.

En el lugar de las apariciones hay un Santuario con la Estatua de Nuestra Señora de la Revelación que fue bendecida por el Papa Pío XII en la Plaza de San Pedro.

En la Gruta de la aparición hay un sorprendente aroma a rosas y a lirios, han ocurrido numerosas curaciones milagrosas y también muchas conversiones de ateos, pecadores, protestantes, judíos y personas de otras religiones.

Información sobre Nuestra Señora de la Revelación: Misioneras de la Divina Revelación.

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