NOVENA A SANTA ANA Y SAN JOAQUÍN, TERCER DÍA.

Oración inicial:

Gloriosos Santos Joaquín y Ana padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Nuestro Señor Jesucristo, me pongo en este día bajo su amparo y les pido humildemente que, por la gracia que les ha sido concedida por la Santísima Trinidad, escuchen favorablemente mis súplicas e intercedan por mi para conseguir el favor que pido en esta novena, si es la voluntad de Dios:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

Dios misericordioso, que elegiste a Santa Ana y San Joaquín para traer al mundo a la Madre de Tu Divino Hijo, concédenos misericordiosamente a los que con devoción honramos su memoria, la gracia de la felicidad en esta vida, y la alegría de vivir contigo por toda la eternidad. Amén.

Meditación: La Fiesta de los Tabernáculos.

Fuera de los muros de Jerusalén, sobre las colinas, hay una gran multitud de gente. Se ven muchas tiendas. Dentro de cada una de ellas hay gente de toda edad y condición. La noche va a empezar y las lámparas de aceite brillan acá y allá en el campamento. En lo alto se ve un hermoso cielo color azul. Es el mes de octubre. Este mes de octubre es hermoso como pocos lo han sido. Ana viene con Joaquín de la fogata y entran en la tienda.

Antes de dormirse Ana dice a su marido: «Anoche soñé que el año que viene vendré a la Ciudad Santa por dos motivos especiales en vez de por uno. Uno será la ofrenda al templo del ser que engendraré». 

Joaquín dice: «Mañana es el último día de oración. Se han presentado ya todas las ofrendas, pero de nuevo las renovaremos y como mejor podamos nos ganaremos a Dios con nuestro amor y fidelidad. Yo siempre pienso que te pasará lo que le paso a la mujer de Elcaná».

«Dios te oiga. Si hubiera alguien que me dijese: Vete en paz. El Dios de Israel te ha concedido la gracia que le has pedido».

La campiña se envuelve en el silencio.

Oración final: El Magníficat.

Glorifica  mi alma al Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la pequeñez de Su sierva. Desde ahora me llamaran Bienaventurada todas las generaciones. Porque el Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí. Su Nombre es Santo y Su misericordia llega a los que le temen de generación en generación. Él hace proezas con Su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel Su siervo acordándose de Su misericordia como lo había prometido a nuestros padres Abraham y Su descendencia para siempre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén. 

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