NOVENA A SANTA ANA Y SAN JOAQUÍN, OCTAVO DÍA.

Oración inicial:

Gloriosos Santos Joaquín y Ana padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Nuestro Señor Jesucristo, me pongo en este día bajo su amparo y les pido humildemente que, por la gracia que les ha sido concedida por la Santísima Trinidad, escuchen favorablemente mis súplicas e intercedan por mi para conseguir el favor que pido en esta novena, si es la voluntad de Dios:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

Dios misericordioso, que elegiste a Santa Ana y San Joaquín para traer al mundo a la Madre de Tu Divino Hijo, concédenos misericordiosamente a los que con devoción honramos su memoria, la gracia de la felicidad en esta vida, y la alegría de vivir contigo por toda la eternidad. Amén.

Meditación: La Purificación.

Llegó el tiempo de la purificación. Veo a Joaquín y Ana caminando por las calles de Jerusalén acompañados de Zacarías y de Isabel. Se dirigen al templo. Ana lleva en sus brazos a la niña envuelta en una manta de lana ligera. Con que amor y cariño lleva y cuida a su hijita. Joaquín trae con un lazo dos gordos y blanquísimos corderos.

En la puerta está un sacerdote muy pomposo con sus vestiduras de lino. Ana es rociada con agua y luego se dirige al ara del sacrificio. La niña no está en los brazos de su madre, está en los brazos de Isabel. Joaquín entra detrás de su mujer llevando consigo un cordero que bala. Se ofrece en sacrificio y Ana está ya purificada.

El sacerdote toma el segundo cordero la harina y las tortas y dice: «Esta niña es pues consagrada al Señor la bendición de El este con ella y con vosotros». La ceremonia ha terminado.

Ana mira al interior del templo y dice a María: «Dentro de tres años estarás aquí tu lirio mío».

Oración final: El Magníficat.

Glorifica  mi alma al Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la pequeñez de Su sierva. Desde ahora me llamaran Bienaventurada todas las generaciones. Porque el Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí. Su Nombre es Santo y Su misericordia llega a los que le temen de generación en generación. Él hace proezas con Su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel Su siervo acordándose de Su misericordia como lo había prometido a nuestros padres Abraham y Su descendencia para siempre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén. 

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