Dachau 22 de abril de 1945:

San José, elegido por Dios como Guardián de nuestro Señor Jesucristo y Esposo de la Purísima Madre de Dios, dígnate aceptar las ofrendas de nuestro corazón y escuchar bondadosamente las oraciones que humildemente te elevamos.

La Santa Iglesia y nuestra patria afrontan actualmente nuevas y extremadamente difíciles tareas históricas. Al darnos cuenta de esto y confiar en Tu poderosa intercesión, acudimos a Ti. Nosotros, tus devotos, nos rendimos y nos consagramos a tu cuidado, unidos por una fe, un amor y una lengua nativa, y ahora unidos aún más estrechamente por el cautiverio común en el campamento.

Patrono de la Santa Iglesia, Protector de nuestra Patria, Fortalecedor de las familias, Hombre Justo, que un día custodiaste y guiaste con esmero al Niño Jesús, te rogamos, fortalécenos a nosotros y a toda nuestra Nación en la fidelidad inquebrantable a los principios de la Iglesia de Dios, consérvanos en la justicia y en el amor social, y en los peligros inminentes, defiéndenos a nosotros y a nuestras familias y haznos regresar pronta y felizmente a nuestra amada patria y trabajar allí para asegurar la ansiada paz.

Confiando en tu intercesión, prometemos solemnemente, después de nuestro feliz regreso a una patria libre:

– En una profunda comprensión de Tu Majestad, honrarla no sólo en nuestro propio corazón, sino también difundirla entre nuestras familias.        

– Con nuestra presencia, un año después de nuestro regreso, te rendiremos un homenaje conjunto de gratitud ante Tu imagen milagrosa en la Colegiata de Kalisz, y desde allí difundiremos el honor de Tu Nombre.

– En agradecimiento por nuestra salvación, contribuiremos, si es posible, a la creación de la Obra de Misericordia bajo tu amparo.

San José, intercede por nosotros ante el trono del Dios Altísimo, para que estos impulsos de nuestro corazón contribuyan a nuestro bien, a la prosperidad de la Patria, al desarrollo de la Iglesia y a la mayor gloria de nuestro Señor Jesucristo. Amén.