PALABRAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA A MARIA DE JESÚS DE ÁGREDA SOBRE LA HUMILDAD.

En los nueve días antes del la Encarnación, el Padre Celestial le mostró a la Santísima Virgen María los misterios de la Creación, como podemos leer en el libro Mística Ciudad de Dios de María de Jesús de Ágreda. También leemos estas palabras de Nuestra Santísima Madre:

«Hija mía, no son capaces los mortales de entender las obras indecibles que el brazo de la Omnipotencia obró en mí, disponiéndome para la Encarnación del Verbo Eterno; señaladamente los nueve días que precedieron a tan alto sacramento fue mi espíritu elevado y unido con el ser inmutable de la Divinidad y quedó anegado en aquel piélago de infinitas perfecciones, participando de todas ellas eminentes y divinos efectos que no pueden venir en corazón humano. La ciencia que me comunicó de las criaturas penetraba hasta lo íntimo de todas ellas, con mayor claridad y privilegios que la de todos los espíritus angélicos, siendo ellos tan admirables en este conocimiento de todo lo creado, después de ver a Dios, y las especies de todo lo que entendí me quedaron impresas, para usar de ellas después a mi voluntad.

Lo que de ti quiero ahora ha de ser que, atenta a lo que yo hice con esta ciencia, me imites según tus fuerzas con la luz infusa que para esto has recibido; aprovecha la ciencia de las criaturas, formando de ellas una escala que te encamine a tu Criador, de suerte que en todas busques su principio de donde se originan y su fin a donde se ordenan; de todas te sirve para espejo en que reverbere su Divinidad, para recuerdo de su omnipotencia y para incentivos del amor que de ti quiere. Admírate con alabanza de la grandeza y magnificencia del Creador y en su presencia humíllate a lo ínfimo del polvo y nada dificultes de hacer ni padecer para llegar a ser mansa y humilde de corazón. Atiende, carísima, cómo esta virtud fue el fundamento firmísimo de todas las maravillas que obró el Altísimo conmigo; y para que aprecies esta virtud, advierte que entre todas, así como es tan preciosa, también es delicada y peligrosa, y si en alguna cosa la pierdes y no eres humilde en todas sin diferencia, no lo serás con verdad en alguna. Reconoce el ser terreno y corruptible que tienes y no ignores que el Altísimo con grande providencia formó al hombre de manera que su mismo ser y formación le intimase, le enseñase y repitiese la importante lección de la humildad y que jamás le faltase este magisterio; por esto no le formó de más noble materia y le dejó el peso del santuario (Ex. 30, 24) en su interior, para que en una balanza ponga el ser infinito y eterno del Señor, y en otra el de su vilísima materia; y con esto le dé a Dios lo que es de Dios (Mt. 22, 21) y a sí mismo se dé lo que le toca.

Yo hice con perfección este juicio para ejemplo y doctrina de los mortales, y quiero que tú le hagas a mi imitación y que tu desvelo y estudio sea en ser humilde, con que darás gusto al Altísimo y a mí, que quiero tu verdadera perfección, y que se funde sobre las zanjas profundísimas de tu conocimiento, y cuanto más las profundes más alto y encumbrado subirá el edificio de la virtud y tu voluntad hallará lugar más íntimo en la del Señor; porque mira desde la altura de su solio a los humildes de la tierra». (Sal. 112, 6).

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