NOVENA DE LA ANUNCIACIÓN, CUARTO DÍA.

En el cuarto día de preparación y a la misma hora de la media noche, la Santísima Virgen María es elevada como en días anteriores y le manifestó el Señor las obras del cuarto día de la creación: Y conoció la divina princesa María cuándo y cómo fueron formados en el firmamento los luminares del cielo para dividir el día de la noche y para que señalasen los tiempos, los días y los años. Y para este fin hizo el mayor luminar del cielo, que es el sol, como señor del día y junto con él fue formada la luna, para iluminar las tinieblas de la noche.

Conoció María cómo fueron formadas las estrellas en el octavo cielo, para que con su brillante luz alegrasen la noche. Conoció la materia de estos orbes luminosos, su forma, sus calidades, su grandeza, sus movimientos. Conoció el numero de las estrellas y todos los influjos que le comunican a la tierra. Y el Señor hizo a María, Reina y Señora de las estrellas como de las demás criaturas. Le concedió dominio y señorío sobre las virtudes, influjo y operaciones de todos los orbes celestiales, mandando a todos ellos que le obedeciesen como su Reina y Señora.  

Sólo se le ocultaba siempre, hasta su tiempo, que ella era la escogida para Madre del Unigénito del Padre.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:

¡Te saludo, Santísima Virgen, Madre de Dios, Trono de Gracia, milagro del Poder Omnipotente!
¡Te saludo, Santuario de la Santísima Trinidad y Reina del Universo, Madre de Misericordia y Refugio de los pecadores!
Madre amadísima, atraído por Tu belleza y dulzura, y por Tu tierna compasión, me dirijo confiadamente a Ti, y te suplico que me obtengas de Tu amado Hijo el favor que pido en esta novena:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

Obtén también para mí, Reina del cielo, la más viva contrición por mis pecados y la gracia de imitar estrechamente las virtudes que tan fielmente practicaste, especialmente la humildad, la pureza y la obediencia.
Sobre todo, te ruego que seas mi Madre y Protectora, que me recibas en el número de Tus devotos hijos y me guíes desde Tu alto trono de gloria.
¡No rechaces mis peticiones, Madre de Misericordia! Ten piedad de mí y no me abandones en vida ni en el momento de mi muerte.
Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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