NOVENA DE LA ANUNCIACIÓN, NOVENO DÍA.
En el noveno y último día de la preparación de la Santísima Virgen María para la llegada del Verbo a su Vientre, y a la media noche, la hora de mayor silencio, fue llamada por el Señor como en los días precedentes, y fue llevada en cuerpo y alma por mano de sus ángeles al Cielo Empíreo y puesta en la presencia del Trono Real del Altísimo.
Su Majestad la levantó y la colocó a Su lado señalándole así el asiento y lugar que para siempre había de tener en Su presencia, y fue el más alto e inmediato al mismo Dios, fuera del que se reservaba para la Humanidad del Verbo. Y desde aquel lugar vio toda la creación que ya había visto en los días anteriores y el Señor le dijo: “Tú, esposa mía, eres mi escogida y hallaste gracia en mi corazón, así te hago Señora de todos los bienes y te doy la posesión y dominio de todos ellos para que los distribuyas y dispenses a quien por tu mano o intercesión me los pidiere, que para esto los deposito en las tuyas“.
Y la Santísima Trinidad puso a María Santísima una corona en la cabeza, consagrándola por Suprema Reina de todo lo creado y estaba escrito en la corona una palabra que decía: MADRE DE DIOS, pero sin entenderlas ella por entonces, porque solos las conocían los divinos espíritus, admirados de la magnificencia del Señor con esta doncella dichosísima y bendita entre las mujeres, a quien ellos reverenciaron y veneraron por su Reina legítima y Señora suya y de todo lo criado.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:
¡Te saludo, Santísima Virgen, Madre de Dios, Trono de Gracia, milagro del Poder Omnipotente!
¡Te saludo, Santuario de la Santísima Trinidad y Reina del Universo, Madre de Misericordia y Refugio de los pecadores!
Madre amadísima, atraído por Tu belleza y dulzura, y por Tu tierna compasión, me dirijo confiadamente a Ti, y te suplico que me obtengas de Tu amado Hijo el favor que pido en esta novena:
(Pedir la gracia que se desea obtener).
Obtén también para mí, Reina del cielo, la más viva contrición por mis pecados y la gracia de imitar estrechamente las virtudes que tan fielmente practicaste, especialmente la humildad, la pureza y la obediencia.
Sobre todo, te ruego que seas mi Madre y Protectora, que me recibas en el número de Tus devotos hijos y me guíes desde Tu alto trono de gloria.
¡No rechaces mis peticiones, Madre de Misericordia! Ten piedad de mí y no me abandones en vida ni en el momento de mi muerte.
Amén.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.