OCTAVO DÍA DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA.
Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
OCTAVO DÍA (Quinta aparición de Nuestra Señora, 13 de septiembre de 1917):
Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entre numerosas personas que apenas nos dejaban andar. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos nos querían ver y hablar. Numerosas personas, y hasta señoras y caballeros, consiguiendo romper por entre la multitud que alrededor nuestro se apiñaba, venían a postrarse de rodillas delante de nosotros, pidiéndonos que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. Otros, no consiguiendo llegar hasta nosotros, clamaban desde lejos.
«¡Por el amor de Dios! ¡Pidan a Nuestra Señora que me cure a mi hijo inválido!». Otro: «¡Que me cure el mío, que es ciego!». Otro: «¡El mío, que está sordo!»; «¡Que me devuelva a mi marido…!»; «¡…a mi hijo, que está en la guerra!»; «¡Que convierta a un pecador»; Etc… Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad. Y algunos gritaban desde lo alto de las árboles y paredes, donde se subían con el fin de vernos pasar. Diciendo a unos que sí, y dando la mano a otros para ayudarles a levantarse del polvo de la tierra ahí íbamos andando gracias a algunos caballeros que nos iban abriendo el paso por entre la multitud.
Cuando ahora leo en el Nuevo Testamento esas escenas tan encantadoras del paso del Señor por Palestina, recuerdo éstas que, tan niña todavía el Señor me hizo presenciar en esos pobres caminos y carreteras de Aljustrel a Fátima y a Cova de Iría. Y doy gracias a Dios, ofreciéndole la fe de nuestro buen pueblo portugués. Y pienso: si esta gente se humilla así delante de tres pobres niños, sólo porque a ellos les es concedida misericordiosamente la gracia de hablar con la Madre de Dios, ¿Qué no harían si viesen delante de si al propio Jesucristo?
Bien, pero esto no pertenece aquí. Fue más bien una distracción de la pluma que se me escapó por donde yo no quería. ¡Paciencia! Una cosa más de sobra; pero no la quito, por no inutilizar el cuaderno.
Llegamos, por fin, a Cova de Iría, junto a la carrasca, y comenzamos a rezar el rosario, con el pueblo. Poco después, vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la encina.
«Continuad rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de
los Dolores y del Carmen y San José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda; llevadla sólo durante el día».
«Me han solicitado pedirle muchas cosas, la curación de algunos enfermos, de un sordomudo».
«Sí, a algunos los curaré; a otros no. En octubre haré el milagro para que todos crean».
Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:
Santísima Virgen María, que te apareciste en Fátima para revelar a los tres pastorcitos los tesoros de gracias escondidos en el rezo del Santo Rosario. Inspira en nuestros corazones un amor sincero a esta devoción, para que, meditando los misterios de nuestra redención, recojamos sus frutos y obtengamos la conversión de los pecadores, la paz para el mundo y este favor que te pido en esta novena si es la voluntad de Dios:
(Pedir la gracia que se desea obtener).
Oh Santísima Virgen María, que lo que te pido en esta novena, sea para mayor gloria de Dios, para tu propia honra y para el bien de toda la humanidad. Amén.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.