UNA MONEDA CELESTIAL.

«Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas Tu rostro». Salmo 26.

Los fariseos con el fin de poner a prueba a Jesús por medio de una palabra para acusarlo, le mandaron unos mensajeros que le dijeron:

«Maestro sabemos que Tú dices la verdad y enseñas el camino de Dios con veracidad, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, danos pues Tu opinión: ¿Está bien que paguemos impuestos al César o no?».

Jesús dándose cuenta de la mala intención que llevaban les dijo: «Hipócritas porque me tienden trampas. Enséñenme la moneda con que se paga el impuesto». Le trajeron un denario y Jesús les preguntó: «¿De quien es esta cara y el nombre que está escrito?».

Le contestaron: «Del César». Jesús les dijo entonces: «Pues den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». (San Mateo 22, 15, 22).

Una moneda de plata llamada denario y que tiene impresa la cara del cesar, es una moneda del mundo que genera discordia (pagamos o no pagamos impuestos).

Jesús es el camino, la verdad y la vida. Si seguimos Sus enseñanzas, si cumplimos Sus mandamientos y si contemplamos siempre Su Divino Rostro podemos obtener la paz y serenidad. La verdadera paz que viene de Dios. El Divino Rostro nos mira con amor y misericordia.

Con la devoción al Divino Rostro de Jesús podemos obtener abundantes gracias para entrar en el reino de los cielos y tener una vida plena y abundante aquí en la tierra.

Jesús dijo a la Beata Pierina De Micheli:

“Deseo que mi Rostro, el cual refleja las penas íntimas de mi alma, el dolor y el amor de mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla me consuela”.

“Cada vez que se contemple mi Rostro, derramaré mi amor en los corazones y por medio de mi Divino Rostro, se obtendrá la salvación de tantas almas”.

También le fue entregada a la Madre Pierina una medalla, parecida a una moneda que en un lado tenía una réplica de la Sábana Santa y la inscripción: «Illumina, Domine, vultum tuum super nos: Oh Señor, la luz de Tu rostro brille sobre nosotros». En el reverso había una Hostia radiante con las palabras: «Mane nobiscum, Domine: Quédate con nosotros, oh Señor».

La Santísima Virgen María dijo que la medalla, con el Rostro Adorable de Su Hijo Jesús, es un arma de defensa, un escudo de valentía, una muestra de amor y misericordia que su Divino Hijo quiso dar al mundo en estos días turbulentos de lujuria y odio hacia Dios y Su Iglesia. Un remedio Divino a todos esos males.

Una de las promesas que tiene la medalla del Rostro de Jesús es que quien la lleva y, si es posible, visita el Santísimo Sacramento el martes con devoción se le concederá el don de una gran Fe, la victoria ante todas las dificultades exteriores e interiores y una muerte feliz.

ORACIÓN:

Padre Celestial yo te ofrezco el Rostro de Jesús cubierto  de Sangre y heridas en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero.

Yo te alabo, te adoro, oh adorable Rostro de mi Salvador, protégenos, guárdanos y sálvanos.

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