DICIEMBRE 24: SANTOS ADÁN Y EVA.

Hoy, en la víspera de Navidad, se celebra el día de San Adán y Santa Eva. Según la tradición de la Iglesia, después de haber pecado, y haber sido expulsados del Jardín del Edén, Adán y Eva se arrepintieron y vivieron una vida de santidad.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, 635, dice que Nuestro Señor Jesús, después de la Crucifixión, fue al limbo a liberar a Adán y Eva de su prisión:

«Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían. Va a buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios,  va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva: Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos».

También en las visiones de la Venerable María de Jesús de Ágreda dice que Nuestro Señor Jesús estuvo en el limbo «desde las tres y media del viernes hasta después de las tres de la mañana del domingo siguiente», para liberar a los Santos Padres.

«Allí vieron los primeros padres Adán y Eva el estrago que hizo su inobediencia y el costoso remedió que había tenido y la inmensa bondad del Redentor y Su gran Misericordia».

Dice también que después de liberar del limbo a los Santos Padres, Nuestro Señor Jesús fue con ellos para presentarles a Su Madre, la Santísima Virgen María, y que Ella al verlos se postró ante ellos:

«Con sus padres San Joaquín y Santa Ana, con su esposo San José y con San Juan Bautista tuvo singular gozo y les habló particularmente, luego con los Patriarcas y Profetas y con los primeros padres Adán y Eva. Y todos juntos se postraron ante la divina Señora, reconociéndola por Madre del Redentor del mundo, por causa de su remedio y coadjutora de su Redención, y como a tal la quisieron venerar, con digno culto y veneración, disponiéndolo así la divina Sabiduría. Pero la Reina de las virtudes y Maestra de la humildad se postró en tierra y dio a los santos la reverencia que se les debía, y el Señor dio permiso para esto, porque los santos, aunque eran inferiores en la gracia, eran superiores en el estado de bienaventurados con gloria inamisible y eterna».

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