EL PODER DEL NOMBRE DE JESÚS: SAN ARMOGASTO Y GENSÉRICO, EL REY DE LOS VÁNDALOS.
Durante el reinado de Gensérico, el rey arriano de los godos, uno de los cortesanos favoritos del Rey, el conde Armogasto, se convirtió del arrianismo y se unió a la Iglesia Católica.
El rey, al enterarse de este hecho, cayó en una furia violenta y, llamando al joven noble a su presencia, intentó todos los medios posibles para inducirlo a retractarse y regresar a la secta arriana. Ni las amenazas ni las promesas sirvieron. El conde rechazó todas las propuestas y se aferró a su recién descubierta fe. El rey Genserico dio rienda suelta a su furia y ordenó que ataran al joven con cuerdas fuertes, tan fuerte como los musculosos verdugos podían tirar de ellas. El tormento fue intenso, pero Armogasto, no mostró signo alguno de dolor. Mientras lo atormentaban, repitió dos o tres veces: “Jesús, Jesús, Jesús”, y he aquí que las cuerdas se rompieron como telas de araña y cayeron a sus pies.
Enfurecido sin medida, el rey tirano ordenó que se trajera el poder de los bueyes, duros y resistentes como el alambre. El conde fue nuevamente atado y el rey ordenó a los verdugos que usaran todas sus fuerzas. Una vez más su víctima invocó el Nombre de Jesús, y las correas nuevas, al igual que las antiguas, se rompieron como hilos. Genserico, echando espuma por la rabia, ordenó que ataran al mártir por los pies y lo colgaran de las ramas de un árbol, con la cabeza hacia abajo.
Sonriendo ante esta nueva forma de tortura, el conde Armogasto cruzó los brazos sobre su pecho y, repitiendo el Santo Nombre, “Jesús Jesús Jesús”, cayó en un sueño tranquilo como si estuviera acostado en el más suave y cómodo de todos los sofás.
Tomado del libro Las Maravillas del Santo Nombre, el Padre Paul O’Sullivan.