MIÉRCOLES SANTO.
El Miércoles Santo también es llamado Miércoles del Espía o Día del Espía porque en este día Judas entregó a Nuestro Señor Jesús por 30 monedas de plata.
Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión para entregarlo.
(Mateo 26, 14-16).
Así describe la Beata Ana Catalina Emmerick este día:
Después de que María Magdalena ungió a Jesús con los perfumes, muchos estaban escandalizados y Judas estaba irritado porque eso lo hubieran podido dar a los pobres…
«Jesús intervino, diciendo que la dejasen en paz, que lo había ungido para su muerte y que más tarde ya no lo podría hacer: “En todas partes donde se predique este Evangelio -añadió- se contará este hecho suyo y la murmuración de los otros”.
Magdalena se retiró triste y llorosa. En el resto de la comida el tema fue las murmuraciones de unos y la reprensión que Jesús les dio. Después se dirigieron todos a la casa de Lázaro. Judas, lleno de irritación y de avaricia, pensó para si mismo: “Esto es intolerable y no puede seguir así”. Disimuló, dejó su vestido de fiesta y mostró como que tenía que ir a la sala del banquete para repartir a los pobres el resto de la comida; pero en realidad corrió desalado derechamente a Jerusalén. He visto junto a él al demonio en forma de un ser colorado, puntiagudo y enjuto: estaba a veces delante, a veces detrás de él, como haciéndole luz en el camino. De este modo Judas caminaba apresuradamente en la oscuridad, sin tropiezos. Lo vi entrar en la casa donde Jesús fue burlado en Jerusalén. Los fariseos estaban aún reunidos con el Sumo Sacerdote. El no fue introducido en la sala de la reunión. Salieron dos de ellos y hablaron con él abajo, en el patio. Cuando dijo que quería entregar a Jesús y preguntó qué le darían por ello, demostraron mucha alegría y fueron a avisarlo a los demás. Vino entonces uno y ofreció treinta monedas de plata. Judas quería que se las diesen en seguida, pero ellos no quisieron. Dijeron que ya había estado una vez aquí y después no apareció más: que cumpliera primero su palabra y después le pagarían. He visto que sellaron el contrato con un apretón de manos y rompieron algo del vestido de ambos. Querían que se detuviese aún y les dijese el cómo y el cuándo. Judas contestó que tenía que partir para no despertar sospechas. Dijo que tenía que estudiar la situación y que sería posible mañana mismo, sin llamar la atención. He visto siempre al diablo junto a él. Corrió de nuevo a Betania, se puso el traje de fiesta y estuvo entre los demás como si nada hubiera sucedido.
Jesús permaneció en la casa de Lázaro mientras los demás se retiraban al albergue que tenían los discípulos. La misma noche llegó todavía Nicodemo, y Lázaro lo acompañó de vuelta a Jerusalén un trecho de camino».