NOVENA DE LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, NOVENO DÍA.

ORACIÓN INICIAL:  

Dios te Salve, Reina Y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve; a ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente! ¡oh piadosa! ¡oh, dulce siempre Virgen María!  Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo.  Amén        

Señor Jesús, concedenos obtener por los méritos del nacimiento de María, Tu Santísima Madre, las gracias que te pedimos en esta novena:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

MEDITACIÓN DÍA NOVENO: La Anunciación.

María y José llegan a Nazaret, y por acuerdo mutuo, María se va a vivir a la casa que heredó de sus padres y José se va a vivir a la casa de Alfeo, su hermano.

José todos los días visita a María y está pendiente de sus necesidades. María se encuentra en su habitación, un silencio profundo reina en la casita y en el huerto. Tanta es la tranquilidad, que se refleja en el rostro de María. De pronto la cortina de la habitación se mueve y aparece una luz blanca de perla fundida en plata pura, y dentro de la luz aparece una persona que dice:

Dios te guarde ¡María llena de Gracia! María se estremece cuando ve la radiante figura casi a un metro de distancia y se pone de pie pegándose a la pared. Su rostro manifiesta sorpresa y susto, y se empalidece. Pero el ángel le dice: “No temas María. El Señor está contigo. Eres bendita entre todas las mujeres. Yo soy Gabriel, el ángel de Dios. Mi Señor me ha mandado a Ti. Concebirás y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús”.   

PALABRAS DE MARÍA: “Cuando comprendí la misión que Dios me destinaba me llené de gozo. Mi corazón se abrió como un lirio cerrado y proporcionó la sangre que sirvió de tierra al Germen del Señor.

Desde los primeros años me había consagrado a Dios porque la Luz del Altísimo me había iluminado la causa del mal del mundo, y había querido borrar de Mí las huellas de Satanás.

El Espíritu de Dios me había dicho del dolor del Padre cuando Eva pecó, cuando se envileció, ella creatura de gracia, a un nivel de una creatura inferior.

Tenía yo intención de consolar ese dolor, al conservar mi cuerpo puro, al conservarme pura en mis pensamientos, deseos y contactos humanos. Solo para Dios reservaba el palpitar de mi amor, solo para Dios la razón de mi ser”.

ORACIÓN FINAL:

Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.

Porque ha mirado la humillación de su esclava, desde ahora me llamarán Bienaventurada todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; Su Nombre es Santo. Y Su misericordia llega a los que le temen, de generación en generación.

El hace proezas con Su brazo: Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel Su Siervo, acordándose de Su misericordia. Como lo había prometido a nuestro Padre Abraham y a toda su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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