EL PODER DEL NOMBRE DE MARÍA.

En la ciudad de Valencia (España) vivía un hombre casado, entregado totalmente al amor de otra mujer, por lo cual su esposa se desesperaba y hacía todo lo posible para separarlos.

Un día, viendo una vecina su gran tristeza y melancolía, le preguntó la causa. La mujer le contó todo lo que estaba pasando y la vecina le dijo: “Haced una cosa: Yo tengo en casa una imagen de Nuestra Señora de la Luz, tómala y ponla en una parte donde con toda reverencia le digas, por espacio de siete días, cinco Ave María en reverencia a las cinco letras de su Dulcísimo Nombre y veréis como la Virgen os remedia y saca de esta profunda melancolía en que estáis”. Esto hizo la mujer. Tomó la imagen y con toda devoción cumplió lo que la vecina le había recomendado.

Al cabo de los siete días, un sábado en la noche, iba el marido acompañado de un amigo suyo y pasaron por delante de una casa cural, donde en ese momento se cantaba la Salve y letanías a la Santísima Virgen. El amigo le dijo: “Entremos a ver qué es esto, parece que oigo una música del cielo”. Respondió él:  “Sí entremos, parecen voces de ángeles. Entraron y los recibió un sacerdote. El corazón se convirtió milagrosamente y arrepentido hizo una sincera confesión. 

Volvió a casa y contó lo sucedido a su esposa la cual se postró delante de la imagen de la Virgen y le dijo: “Ay, Madre de afligidos, cuan merecido tienes el nombre de ilustradora de los corazones, luz de las almas y remedio de los necesitados, que seas alabada por toda una eternidad”.

El hombre vivió feliz y lleno de mucha paz, de allí en adelante fue devotísimo a esta Santa Imagen de la Virgen María que le había cambiado el corazón.        

(Historia del libro Año Virgíneo).

¡Oh mi dulce Madre y Señora, te amo con todo mi corazón! Y porque te amo, amo también tu santo nombre. Propongo y espero con tu ayuda invocarlo siempre durante la vida y en la hora de la muerte. Las Glorias de María. San Alfonso María de Ligorio.

 “¡Cómo tiemblan los demonios con sólo oír el nombre de María!” “Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no solo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror”. San Bernardo.

“Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María!. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma”. San Buenaventura.

“No temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección”. San Buenaventura.

“Tú, Señora, con la sola invocación de Tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo”. San Germán.

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