TERCER DÍA DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA.
Por la señal, de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
TERCER DÍA (Tercera aparición del Ángel):
Fuimos a pastorear nuestros rebaños a una propiedad de mis padres, en la falda de un monte, un poco más arriba que los Valinhos. Es un olivar al que llamábamos «Pregueira».
Después que llegamos, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: «¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo, etc». No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando vimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que pasaba y vimos al Ángel, que tenía en la mano izquierda un Cáliz, sobre el cual
había suspendida una Hostia, de la que caían unas gotas de Sangre dentro del Cáliz. El Ángel dejó suspendido en el aire el Cáliz,
se arrodilló junto a nosotros, y nos hizo repetir tres veces:
«Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores».
Después se levanta, toma en sus manos el Cáliz y la Hostia. Me da la Sagrada Hostia a mí y la Sangre del Cáliz la divide entre Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo:
«Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios».
Y, postrándose de nuevo en tierra, repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: «Santisima Trinidad… etc», y desapareció. Nosotros permanecimos en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras; y cuando nos levantamos, vimos que era de noche y, por tanto, hora de irnos a casa.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:
Santísima Virgen María, que te apareciste en Fátima para revelar a los tres pastorcitos los tesoros de gracias escondidos en el rezo del Santo Rosario. Inspira en nuestros corazones un amor sincero a esta devoción, para que, meditando los misterios de nuestra redención, recojamos sus frutos y obtengamos la conversión de los pecadores, la paz para el mundo y este favor que te pido en esta novena si es la voluntad de Dios:
(Pedir la gracia que se desea obtener).
Oh Santísima Virgen María, que lo que te pido en esta novena, sea para mayor gloria de Dios, para tu propia honra y para el bien de toda la humanidad. Amén.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.