EL OFRECIMIENTO DE LA SALVE.

Estos dos testimonios muestran las gracias que se obtienen cuando se ofrece La Salve (Salve Regina) por alguna intención:

Santa María Faustina relata en el diario de la Divina Misericordia:

Diario 330: «Una vez me dijo el sacerdote confesor que rogara según su intención. Y comencé una novena a la Santísima Virgen María. Esa novena consistía en rezar nueve veces cada día La Salve Regina. Al final de la novena vi a la Virgen con el Niño Jesús en los brazos y vi también a mi confesor que estaba arrodillado a sus pies y hablaba con Ella. No entendía de que hablaba con la Virgen porque yo estaba ocupada con el Niño Jesús que había bajado de los brazos de Su Santísima Madre y se acercó a mí. No dejaba de admirar su belleza. Oí algunas palabras que la Virgen decía, pero no oí todo. Las palabras son estas: «Yo soy no solo la Reina del cielo, sino también la Madre de la Misericordia y Tu madre». En ese momento extendió la mano derecha en la que tenia Su manto y cubrió con él al sacerdote. En este instante la visión desapareció».

El otro testimonio es el de una familia alemana en el siglo XIX: Cuando los soldados de Napoleón regresaban furiosos de Rusia, la señora de la casa dijo a su familia: “Recemos una Salve para que la madre de Dios extienda una muralla alrededor de nuestra casa y nos libre de los invasores”. Todos rezaron muy devotos La Salve a Nuestra Señora y esa noche cayó una nevada tan grande, que alrededor de la casa se formó una muralla de nieve. Al día siguiente, el ejército francés pasó frente al lugar y nadie vio la casa de los devotos de la Virgen. (Tomado del libro El Año Mariano).

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