SALVE REGINA.

En un pueblo de España la Santísima Virgen María se apareció a unos Dominicos mientras estaban cantando La Salve, como acostumbraban a hacerlo con Solemnidad todos los sábados. Estaba vestida de admirable realeza, asistida por espíritus celestiales y les mostró a los religiosos que esta devoción de saludarla recitando La Salve, es muy agradable para Ella.

Cuando llegó el momento de pronunciar el verso: “Spes Nostra Salve” (Esperanza Nuestra Dios te Salve), la Santísima Virgen respondió al saludo inclinando Su cabeza a cada uno de los religiosos y llenando sus corazones de una dulzura celestial.

Cuando los religiosos pronunciaron el verso: “Eia Ergo, Advocata Nostra” (Ea, pues Señora abogada nuestra) vieron que la Santísima Virgen cogió al Niño Jesús y lo puso sobre un altar, se arrodilló delante de Su preciosísimo Hijo y le dijo: “Estos Tú me los distes. Hago el oficio de abogada por ellos y te suplico, te ruego que ninguno se pierda”.

Cuando pronunciaron el verso: “Illos Tuos Misericordes oculos” (Vuelve a nosotros esos Tus ojos misericordiosos), La Santísima Virgen María se levantó y con ojos alegres y rostro amable los miró a todos.

Y continuando con el verso: “Et Iesum, benedictum frutum ventris tui” (Muéstranos a Jesús el fruto bendito de Tu vientre) la Santísima Virgen cogió al Divino Niño Jesús y se los mostró a cada uno dejando Sus corazones llenos de una inexplicable dulzura.

Tomado del libro el año Virgíneo.

Dice San Alfonso María de Ligorio en el libro Las Glorias de María:

“En la excelente oración de la Salve Regina, aprobada por la Santa Iglesia y que manda rezar a los clérigos la mayor parte del año, se encuentran descritas maravillosamente la misericordia y el poder de la Virgen Santísima”.

LATIN:ESPAÑOL:
Salve, Regina, Mater misericordiae.Vita, dulcedo et Spes Nostra, Salve.
Ad te clamamus exsules filii Hevae.
Ad te suspiramus gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, Advocata Nostra, illos Tuos misericordes oculos ad nos converte; et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.
Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.
Ut digni efficiamur promissionibus Christi. Amen.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia.
Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A Ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos Tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de Tu vientre.
Oh Clemente, oh Piadosa, oh Dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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