LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Y EL PRIMER VIACRUCIS.
Ana Catalina Emmerich en una visión contempló a Nuestra Señora recorriendo los pasos de la vía dolorosa de Su Divino Hijo por Jerusalén y posteriormente cuando la Santísima Virgen se mudó a Éfeso (en la actual Turquía) instaló un Víacrucis en su propiedad usando piedras y marcando las estaciones, convirtiéndose estas en las primeras estaciones del Santo Viacrucis.
En 1891, cuando encontraron la casa de la Virgen María en Éfeso, siguiendo las indicaciones de las visiones de Ana Catalina Emmerich, también encontraron el Víacrucis detrás de Su casa.
Así describe Ana Catalina Emmerich en su libro cómo Nuestra Santísima Madre fue la primera en dejarnos esta hermosa devoción:
«La Virgen Santísima prefiere estar en Jerusalén, pues allí va sola, al oscurecer y por la noche, por el camino que anduvo Jesús en su Pasión; reza y medita en los lugares donde Jesús ha padecido o caído. No puede llegar a todos esos lugares, porque los judíos han puesto obstáculos para impedirlo, levantando barreras o cercando los senderos. María hace el Vía Crucis en su casa o en un lugar apartado, pues conserva en la memoria los pasos y lugares, y así hace, recorriendo mentalmente las estaciones, el camino del Calvario. Es cosa cierta que la Virgen fue la primera que inicio esta práctica con la meditación de la Pasión y muerte de Cristo, práctica que se fue generalizando con el andar de los tiempos«.
LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA ERIGE EL VÍACRUCIS EN SU CASA EN ÉFESO:
«Detrás de la casa, a poca distancia de la colina, la Santísima Virgen había hecho una especie de Vía Crucis. Cuando vivía en Jerusalén, nunca había dejado, desde la muerte de Nuestro Señor, de seguir Su camino hacia el Calvario. Con lágrimas de compasión, había recorrido y medido todas las distancias entre las Estaciones de aquel Vía Crucis, y el amor a su Hijo la hacía incapaz de vivir sin esta constante contemplación de sus sufrimientos».
«Poco después de su llegada a su nuevo hogar (en Éfeso), la veía todos los días subiendo por la colina detrás de su casa para llevar a cabo esta devoción, siguiendo un camino que Ella misma había trazado en memoria del camino doloroso de Jesús. Al principio iba sola, midiendo el número de pasos, tantas veces contados por Ella, que separaban los lugares de los diferentes sufrimientos de Nuestro Señor».
«En cada uno de estos lugares puso una piedra o, si ya había allí un árbol, hizo una marca en él. El camino conducía a un bosque, y sobre una colina en este bosque había señalado el lugar del Calvario, y la tumba de Su Hijo Jesús en una pequeña cueva en otra colina. Después de marcar este vía crucis con doce estaciones, fue allí con su sierva en tranquila meditación: en cada estación se sentaban y renovaban en sus corazones el misterio de su significado, alabando al Señor por Su amor con lágrimas en sus ojos».
«Después dispuso mejor las Estaciones, y la vi escribir en las piedras el significado de cada Estación«. «En ese momento no vi ninguna imagen ni cruz fija para designar las Estaciones, nada más que simples piedras conmemorativas con inscripciones, pero después, como resultado de constantes visitas y atención, vi que el lugar se volvía cada vez más hermoso y de fácil acceso».
«Después de la Asunción de la Santísima Virgen vi este Vía Crucis visitado por cristianos, que se arrojaban y besaban el suelo«.