FEBRERO 24: NUESTRA SEÑORA DE LA CONFIANZA.

La hermana Clara Isabel Fornari nació el 25 de junio de 1697 en Roma. Fue abadesa del Convento de las hermanas Clarisas en Todi, Italia. Tuvo una vida dedicada a la oración, con una gran devoción a la Santísima Virgen María. Recibió los estigmas de Nuestro Señor Jesús y la visitaban la Nuestra Señora y Jesús dándole varias revelaciones.

Cuenta la historia que el pintor Carlos Maratta le regaló un cuadro de la Santísima Virgen con el Niño Jesús en Sus brazos y que a esta imagen se atribuyeron numerosas gracias y milagros por lo cual comenzaron a circular varias copias por toda Italia. Una de las copias fue llevada al Seminario Mayor de Roma en donde los seminaristas y también el Papa se dirigieron a Ella como Madonna della Fiducia o Madre de la Confianza, alcanzando muchas gracias y ayudas en situaciones difíciles, como cuando fueron librados milagrosamente de una epidemia de cólera gracias a la intercesión de Nuestra Señora de la Confianza.

La Santísima Virgen reveló a la hermana Clara que las personas que contemplen Su imagen van a tener una gran devoción hacia Ella:

“La Divina Señora se dignó revelarme que cada alma que con confianza se presente delante de este cuadro, teniendo verdadero dolor y arrepentimiento, experimentará la contrición por sus pecados y obtendrá de Su Divino Hijo el perdón. Más aún, mi Divina Señora me aseguró, con el amor de una verdadera madre, que garantizaría una especial ternura y devoción hacia Ella, a todos los que contemplaran esta imagen”.

El día de fiesta es el sábado anterior al miércoles de Ceniza y en algunos escritos se encuentra designada cada 24 de febrero.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA CONFIANZA:

Oh María Inmaculada, el precioso nombre de Madre de la Confianza, con el que te honramos, llena hasta rebosar nuestros corazones del más dulce consuelo y nos mueve a esperar de Ti toda bendición. Si tal título te ha sido dado, es señal segura de que nadie recurre a Ti en vano. Acepta, pues, con amor de madre, nuestro devoto homenaje, mientras te suplicamos de todo corazón que tengas piedad de nosotros en todas nuestras necesidades. Sobre todo te rogamos que nos hagas vivir en constante unión contigo y Tu Divino Hijo, Jesús. Contigo como nuestra guía, estamos seguros de que siempre caminaremos por el camino correcto, de tal manera que será nuestra felicidad oírte decir en el último día de nuestra vida esas palabras de consuelo: “Ven, mi siervo bueno y fiel, entra en el gozo del Señor”. Amén.

Mater Mea, Fiducia Mea! ¡Madre mía, Confianza mía!

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