ORACIÓN DEL PAPA LEÓN XIII A SAN MIGUEL ARCÁNGEL.

Español:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio.
Reprímele, oh Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, armado con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a todos los espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

Latín:

“Sancte Míchael Archángele, defénde nos in próelio; contra nequítiam et insídias diáboli esto praesídium. Imperet illi Deus, súpplices deprecámur, tuque, Prínceps milítiae caeléstis, Sátanam aliósque spíritus malígnos, qui ad perditiónem animárum pervagántur in mundo, divína virtúte, in inférnum detrúde. Amen”.

Historia de la oración a San Miguel Arcángel:

En 1884 mientras el Papa León XIII celebraba la Santa Misa tuvo una visión que cambio su rostro y algunos informes afirman que el Papa estaba «pálido y temeroso» durante la visión.

Cuenta la historia que el Papa León XIII vio demonios y oyó sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oyó la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo y si no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. El Papa vio que gracias a las oraciones de los fieles, San Miguel Arcángel apareció y lanzó a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.

Después de la visión, el Papa León XIII llamó al Secretario para la Congregación de Ritos, le entrego una hoja de papel con la oración que él había escrito y le indicó que la enviara a todos los obispos del mundo para ser recitada después de cada misa.

Esta es la versión larga:

Oración completa a San Miguel por el Papa León XIII:

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén.

– He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María Inmaculada siempre Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, del glorioso San Miguel Arcángel, de San José, de los Santos apóstoles Pedro y Pablo, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén.

Acta Apostolicae Sedis, 1890 página 743.

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