QUINTO DÍA DE LA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.

ACTO DE CONTRICIÓN:

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que,
por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

QUINTO DÍA:

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para defender a los Carmelitas, Tus hijos, cuando se intentaba extinguir la Sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, para que los recibiese benignamente y confirmase su instituto, dando a conocer que esta era Tu voluntad y la de Tu Hijo Jesús. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios y el Tuyo. Ayúdame Madre a conseguir de Tu Divino Hijo la gracia que en esta novena, por Tu intercesión, hoy le pido:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo:

Dios te Salve, Reina y Madre, Madre de Misericordia: Vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve, a Ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A Ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea! pues Señora, abogada nuestra! Vuelve a nosotros, esos, Tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús: Fruto bendito de Tu vientre. Oh! Clemente! Oh! Piadosa! Oh! Dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

LECTURA:

El niño Jesús crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El. Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando era ya de doce años, subieron a la fiesta, según la costumbre y cuando se terminó se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Pensando que estaba en la caravana anduvieron camino de un día. Lo buscaron entre los parientes y conocidos, y al no hallarle se volvieron a Jerusalén en busca suya.

Al cabo de tres días lo hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas; todos los que lo oían quedaban asombrados de su talento y de las repuestas que daba. Cuando sus padres le vieron quedaron sorprendidos y le dijo su madre: “¿Hijo, por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Él les contesto: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Él bajo con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón. (San Lucas 2, 40-50).

GOZOS:

Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo
.

Desde que en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Tan primeros para Vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser de la Madre de Dios,
es título que por Vos
les dio su heredado anhelo.

Pues sois de nuestro consuelo

A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Quien bien viviere y muriere
con tal señal es notorio,
que, por vos, del purgatorio
saldrá presto si allá fuere;
por Tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Vuestro Escapulario Santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
de quien reciba quebranto;
puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.

Pues sois de nuestro consuelo…

Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.

Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.

ORACIÓN FINAL:

¡Oh, Inmaculada María, Virgen del Carmen! dulcísima Madre de Dios, Reina de los Ángeles, abogada de los pecadores y seguro refugio de los atribulados; escucha benigna, te suplico, los ruegos de este miserable siervo y concédeme por Tú gracia que sea yo del número de aquellos que amas y favoreces bondadosamente.

Purifica, oh purísima Virgen mi corazón de toda inmundicia de pecados, aleja de mí todo lo que sea desagradable a Tus ojos: libra mi alma de todo afecto terrenal, inspírame el amor a los bienes celestiales y eternos y haz, benignísima Señora, que este amor sea mi único afán, el móvil de todos mis pensamientos y afectos. Ruega ahora y siempre por mí, oh Virgen sacrosanta y particularmente en la hora de mi muerte, en aquel momento en que esté próximo a dar cuenta de toda mi vida al justo y severo juez de vivos y muertos.

No me abandones, no te apartes de mí, oh! Virgen Gloriosa y Bendita. Con todo el afecto que me es posible encomiendo a Tu piedad y cuidado la salvación de mi alma y la pureza de mi cuerpo. Defiéndeme Señora de todos los males y peligros de este mundo. Intercede por mí ante Tu Divino Hijo Jesús, para que yo alcance el perdón de todos mis pecados, de los cuales me arrepiento sinceramente, por haber ofendido con ellos a un Dios infinitamente bueno y digno de ser amado. Dame, oh dulcísima y cariñosa Madre mía, una verdadera fe, una firme esperanza, una caridad ardiente y alcánzame la gracia del Espíritu Santo para hacer siempre y en todas partes Su Santísima voluntad.

Dígnate por Tu piedad y clemencia, gloriosa Reina del Carmen, preservar esta ciudad del hambre, de la peste y de la guerra. Protege a mis parientes y amigos, líbralos de todos los males espirituales y corporales. Te recomiendo también, bondadosa Señora, a las Santas Almas del Purgatorio; intercede ante Tu Divino Hijo para que sean llevadas al Cielo, gocen allí eternamente de la gloria y rueguen a Dios por mí. Amén.

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

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