NOVENA TRADICIONAL DE NAVIDAD, DÍA TERCERO.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en Vuestro Hijo la mejor prenda de Vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio.
Yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio y en retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de Vuestro hijo humanado, suplicándoos por Sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:
Soberana María que por Vuestras grandes virtudes y especialmente por Vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre Suya, os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de Vuestro adorado Hijo.
¡Oh Dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Rezar un Avemaría.
ORACIÓN A SAN JOSÉ:
¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en Su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
Se reza un Padre Nuestro.
CONSIDERACIÓN PARA CADA DIA:
Día tercero (Diciembre 18):
Así había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado. Admirando en primer lugar el alma del Divino Niño, consideremos en ella la plenitud de Su gracia santificadora; la de Su ciencia beatífica, por la cual desde el primer momento de Su vida vio la divina esencia más claramente que todos los ángeles. Pidámosle que Sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva energía; que su memoria nos enseñe a recordar Sus beneficios, Su entendimiento a pensar en Él, Su voluntad a no hacer sino lo que Él quiere y en servicio Suyo.
Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a Su cuerpo que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No era, como el nuestro, una traba para el alma: era por el contrario, un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños, y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecito divino con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la gran obra de nuestra redención. La belleza de ese cuerpo del divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás; la Divina Sangre que por Sus venas empezó a circular desde el momento de la encarnación es la que lava todas las manchas del mundo. Pidámosle que lave nuestros pecados en el sacramento de la penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual.
GOZOS:
Dulce Jesús Mío
Mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano,
que al nivel de un niño Te hallas rebajado!
¡Oh Divino Niño ven para enseñarnos
La prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh Adonaí potente que a Moisés
hablando, de Israel al pueblo diste
los mandatos! ¡Ah, ven prontamente
para rescatarnos, y que un niño débil
muestre fuerte el brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto
Presentas al orbe Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño que has sido llamado
“Lirio de los Valles, Bella flor del campo”!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David que abre al
desterrado las cerradas puertas de
regio palacio! ¡Sácanos oh Niño con
Tu blanca mano, de la cárcel triste
que labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente, Sol de eternos rayos
Que entre las tinieblas Tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa de Tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha, Santo de los
santos, sinigual imagen del Dios
soberano! ¡Borra nuestras culpas,
salva al desterrado y en forma de
niño, da al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Rey de las naciones Emmanuel preclaro.
De Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
Ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ábranse los cielos y llueva de lo alto
Bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño! ¡Ven Dios humanado!
¡Luce, hermosa estrella, brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven que ya Maria previene sus brazos
Do su Niño vean En tiempo cercano!
¡Ven que ya José con anhelo sacro
se dispone a hacerse de Tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
Consuelo del triste, Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Véante mis ojos de Ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas, bese ya tus manos!
Prosternado en tierra te tiendo los brazos
Y aun más que mis frases, te dice mi llanto:
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven Salvador nuestro,
por quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
ORACIÓN AL NIÑO JESÚS:
Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos Vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente:
“Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de Vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto:
(Pedir la gracia que se desea obtener).
Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y que en virtud de Vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.