DICIEMBRE 28: SANTOS INOCENTES.

Relato de Ana Catalina Emmerick:

Como no volvieron los Reyes Magos a Jerusalén, y estando Herodes ocupado en algunos asuntos de familia, sus temores se habían calmado un poco; pero cuando regresó la Sagrada Familia a Nazaret y oyó las cosas que habían acontecido en el templo y las predicciones de Simeón y de Ana en la ceremonia de la Presentación en el templo, aumentaron sus temores y angustias.

Mandó soldados que con diversos pretextos debían guardar los lugares alrededor de Jerusalén, a Gilgal, a Belén hasta Hebrón, y ordenó hacer un censo de los niños. Los soldados ocuparon esos lugares durante nueve meses, mientras Herodes se hallaba en Roma. Después de su vuelta se produjo la degollación de los inocentes. Juan tenía entonces dos años, y había estado escondido en casa de sus padres antes que Herodes diera la orden para que las madres se presentaran con sus hijos de dos años o menos ante las autoridades locales. Isabel, advertida por un ángel, volvió a huir al desierto con el niño Juan. Jesús tenia entonces año y medio.

La matanza tuvo lugar en siete sitios diferentes. Se había engañado a las madres, prometiéndoles premios a su fecundidad; por eso ellas se presentaban a las autoridades vistiendo a sus criaturas con los mejores trajecitos. Los hombres eran previamente alejados de las madres. Los niños, separados de sus madres, fueron degollados en patios cerrados y luego amontonados y enterrados en fosos.

Hoy, al mediodía, vi a las madres con sus niños de dos años o menos acudir a Jerusalén, desde Hebrón, Belén y otro lugar donde Herodes había dado orden a sus soldados y funcionarios. Se dirigían a la ciudad en grupos diversos: algunas llevaban dos niños montados en asnos. Cuando llegaban eran conducidas a un gran edificio siendo despedidos los hombres que las habían acompañado. Las madres entraban alegremente, creyendo que iban a recibir regalos y gratificaciones en premio a su fecundidad. El edificio estaba un tanto aislado y bastante cerca del que fue más tardé el palacio de Pilatos.

Como se hallaba rodeado de muros, no se podía saber desde afuera lo que pasaba adentro. Parecía aquello un tribunal pues vi unos pilares en el patio y bloques de piedra con cadenas colgantes. Todo el edificio era sombrío, de construcción maciza. Las madres eran llevadas a través del patio a edificios laterales, y allí encerradas. Parecía aquello una especie de hospital o posada. Cuando se vieron encerradas, tuvieron miedo y empezaron a llorar y a lamentarse. Pasaron la noche allí dentro.

Hoy, después de mediodía, vi el cuadro horrible de la matanza de los niños. Las madres eran llamadas una a una para ser llevadas hasta una sala grande. Al entrar, los soldados les quitaban los niños, llevándolos al patio, donde unos veinte hombres los mataban atravesándoles la garganta y el corazón con espadas y picas. Había niños aún fajados, a los cuales amamantaban sus madres, y otros que ya usaban vestiditos. No se ocuparon de desvestirlos, sino que tal como venían los tomaban del bracito o del pie y los arrojaban al montón. El espectáculo era de lo más horrible que puede imaginarse. Entre tanto las madres eran amontonadas en la sala grande, y cuando vieron lo que hacían con sus niños, lanzaban gritos desgarradores. Al fin se encontraron tan apretadas que apenas podían moverse. Me parece que la matanza duró hasta la noche. Los niños fueron echados más tarde en una fosa común, abierta en el mismo patio. Me fue dicho el número de ellos, pero ya no me acuerdo. Creo que había setecientos, más una cifra donde había un siete o diez y siete. A la noche siguiente vi a las madres sujetas con ligaduras y conducidas por los soldados a sus casas. El lugar de la matanza en Jerusalén fue el antiguo patio de las ejecuciones, a poca distancia del tribunal de Pilatos; pero en la época de éste había sufrido varios cambios. Cuando murió Jesús, vi que se abrió la fosa donde estaban los niños inocentes y que sus almas salieron de allí apareciéndose en diversos lugares.

Hoy recordamos a todos los niños que mueren diariamente, en especial a los niños que mueren a causa del aborto.

Oración del Papa Juan Pablo II por la vida:

Oh, María, aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes,
a ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en Tu Hijo sepan anunciar
con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida.

Amén.

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