LA CRUZ Y EL CANGREJO.

En el año 1545, durante los viajes misioneros de San Francisco Javier, estando con sus acompañante en la islas Molucas (Indonesia)  la embarcación fue atacada por una gran tormenta. San Francisco Javier para aplacar la tormenta cogió su crucifijo, lo ato a un cordón y lo lanzó al mar. En ese momento la tempestad se calmó pero el cordón se rompió y la cruz se perdió en el fondo del mar.

San Francisco Javier estaba muy apesadumbrado por la perdida de su Crucifijo pero, cuando se encontraban en la orilla, vieron salir del mar un cangrejo que llevaba entre sus pinzas el crucifijo que se había perdido.

En la Cruz se llevó a cabo la obra de la redención y por eso todo mal huye al contemplarla. La Cruz es el signo que nos identifica a los Cristianos, contemplando la Cruz nos unimos a Jesús.

Por eso muchos santos nos han enseñado a amar la Cruz y nuestra Santísima Madre también nos muestra su amor por la Cruz, por ejemplo, en las apariciones en la Salette (Francia) en las que tenía un Crucifijo en su pecho, con los instrumentos de la Pasión de su Divino Hijo.

El Santo Rosario tiene un Crucifijo. Al rezar el Santo Rosario comenzamos con la señal de la Cruz y terminamos con la señal de la Cruz y, al pasar las cuentas del Rosario, contemplamos el Crucifijo y comprendemos que tenemos en nuestras manos el arma más poderosa que puede existir. Nada puede hacernos daño.

“En la cruz esta la vida y el consuelo, y ella sola es el camino al cielo.” Santa Teresa de Ávila.

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