NOVENA A SAN MIGUEL ARCÁNGEL, SEXTO DÍA.

ORACIÓN INICIAL:

Oh glorioso príncipe San Miguel, jefe y comandante de las huestes celestiales, guardián de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, servidor en la casa del Rey Divino y nuestro admirable protector, tú que brillas con excelencia y virtud sobrehumana, líbranos de todo mal. A ti acudimos con confianza, permítenos, con tu amable protección, servir a Dios cada día más fielmente. Ruega por nosotros, oh glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo, para que seamos dignos de alcanzar sus promesas y ayúdanos a obtener la gracia que pedimos en esta novena si es la voluntad de Dios:

(Pedir la gracia que se desea obtener).

San Miguel, ora por mí y también por aquellos a quienes amo. Protégenos en todos los peligros del cuerpo y del alma. Tú conoces el valor de nuestra alma a los ojos de Dios, que ninguna mancha de pecado desfigure su belleza. Ayúdanos en nuestras necesidades diarias. Que a través de tu poderosa intercesión, podamos vivir una vida santa, morir felizmente y alcanzar el cielo donde alabemos y amemos a Dios contigo para siempre. Amén.

 Dios omnipotente y eterno, que por prodigio de bondad y deseo misericordioso de salvación de todos los hombres has nombrado Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, haznos dignos, te rogamos, de ser librados de todos nuestros enemigos, y que en la hora de la muerte seamos conducidos a tu presencia. Te lo pedimos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

SEXTO DÍA: CORO CELESTIAL DE LAS POTESTADES.

Por la intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de las Potestades, que el Señor proteja nuestras almas contra las trampas y tentaciones del demonio. Amén. 

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio.
Reprímele, oh Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, armado con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a todos los espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

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