DICIEMBRE 9: SAN JUAN DIEGO.

San Juan Diego nació en 1474 en Cuauhtitlán, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Su nombre Cuauhtlatoatzin, en su lengua materna significa: «Águila que habla», o «El que habla con un águila».

Cuando los padres Franciscanos llegaron a México, muchos de la región, se sintieron atraídos por las enseñanzas de la Iglesia. San Juan Diego recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía y celebraron juntos el matrimonio cristiano. Su esposa falleció en 1529. San Juan Diego asistía con frecuencia a la Eucaristía y continuó estudiando el catecismo.

El 9 de diciembre de 1531, en un lugar llamado Tepeyac, la Santísima Virgen María se le apareció presentándose como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”, y le encargó visitar al Obispo Juan de Zumárraga para pedirle la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. El Obispo no aceptó la idea, y la Virgen María le pidió a Juan Diego que insistiera. Al día siguiente, San Juan Diego volvió a visitar al Obispo, quien le pidió pruebas que demostraran que era de verdad un mensaje de la Virgen María.

El 12 de diciembre, mientras San Juan Diego se dirigía a la ciudad, la Virgen María se apareció y le pidió que subiera a la cima de la colina de Tepeyac para recoger unas flores. San Juan Diego fue y encontró milagrosamente, unas hermosas rosas, en medio de la aridez y el frío del lugar, las acomodó en su tilma y se las llevó a la Santísima Virgen, quien le mandó presentarlas al Obispo.

Cuando estaba en presencia del señor Obispo, San Juan Diego abrió su tilma, dejó caer las flores y la imagen de la Virgen de Guadalupe apareció. Ante este milagro el Obispo creyó en las palabras de San Juan Diego y desde ese momento Nuestra Señora de Guadalupe es venerada por todo el pueblo Mexicano, el continente Americano y el mundo entero.

San Juan Diego dejó todos sus bienes y se fue a vivir a una casa humilde junto al templo donde estaba la Imagen, ocupándose de la la limpieza del lugar y de atender a los peregrinos. Murió en 1548 y fue Canonizado el 31 de Julio del 2002 por el Papa Juan Pablo II.

Estas son algunas palabras del Papa Juan Pablo II en la canonización de Juan Diego:

“¡Yo te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!”(Mt 11, 25).

Con gran gozo he peregrinado hasta esta Basílica de Guadalupe, corazón mariano de México y de América, para proclamar la santidad de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio sencillo y humilde que contempló el rostro dulce y sereno de la Virgen del Tepeyac, tan querido por los pueblos de México.

¿Cómo era Juan Diego? ¿Por qué Dios se fijó en él? El libro del Eclesiástico, como hemos escuchado, nos enseña que sólo Dios “es poderoso y sólo los humildes le dan gloria” (3, 20). También las palabras de San Pablo proclamadas en esta celebración iluminan este modo divino de actuar la salvación: “Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios”. (1 Co 1, 28.29).

“¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha tenido siempre por varón santo! Te pedimos que acompañes a la Iglesia que peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera. Alienta a los Obispos, sostén a los sacerdotes, suscita nuevas y santas vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a la extensión de su Reino.

“¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz.

“¡Amado Juan Diego, “el águila que habla”! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén.

Historia completa de la aparición: NICAN MOPOHUA: RELATO ORIGINAL DE LA APARICIÓN DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE A SAN JUAN DIEGO.

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